El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 83
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 83:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Los ángulos perfectos de su rostro se endurecen, sus rasgos se retuercen en una mezcla de desdén y sospecha.
—¿Para qué necesitas ese antídoto, Caelum? —Su voz es melosa por la curiosidad, pero hay un tono amargo y agudo debajo. Me estudia de cerca y sé que ya ha empezado a tejer teorías.
—¿Has ido demasiado lejos torturando a algún rebelde licántropo? ¿Y ahora sientes remordimientos?
Sus ojos se posan en mis manos, aún manchadas con la sangre de Aria.
—No —digo rápidamente, con una voz más dura de lo que pretendía, cargada de frustración—. Lo necesito para una humana. Aria. La secuestraron, la envenenaron y ahora se está muriendo. Ya no tenemos el antídoto en la cámara acorazada. Lo prepararía yo mismo si pudiera, pero no tengo los poderes para hacerlo. Tú sí.
Mi voz se eleva, y la desesperación se filtra a través de las grietas.
—Pero tú sí —repito, casi suplicando, sabiendo muy bien el precio que tiene pedirle a Seraphina un favor así.
Su rostro cambia, apenas, pero lo veo. Algo parpadea detrás de sus ojos. No es rabia. No es preocupación. Es algo más oscuro. Celos. Sospecha.
Es como si el nombre de Aria hubiera despertado algo primitivo en ella, una peligrosa posesividad que normalmente mantiene oculta bajo capas de compostura regia.
—¿Le estás pidiendo a tu esposa, a tu reina, que salve a tu amante?
Su voz es suave y dulce, pero cada sílaba rezuma veneno.
Se levanta con fría elegancia, cada paso resonando en el suelo de mármol mientras se acerca a mí, con su furia perfectamente controlada bajo una máscara de compostura.
Arqueo una ceja ante la acusación.
Aunque Aria fuera mi compañera, no sentiría vergüenza al pedir que le salvaran la vida. Pero esa no es la verdad. La verdad es más complicada.
Aria nunca fue mi compañera. No en el sentido en que Seraphina lo imagina.
Solo hubo un beso. Una chispa.
Una sola noche, hace cinco años.
Y ahora, esa noche parece un fantasma de una vida que apenas recuerdo.
Pero incluso entonces, yo aún no era el marido de Seraphina. No hubo traición, ni votos rotos.
—No seas tonta, Seraphina. No tengo amante —digo, con la voz ahora más controlada, pero teñida de exasperación—. Tengo que salvarla. Nada más.
—¿Por qué? —Da un paso adelante, con las llamas de sus ojos intensificándose, como si cuestionar mi lealtad le proporcionara una retorcida satisfacción. «¿Qué obligación tienes con esa humana? Es de una raza inferior, débil e incompetente». Escupe las palabras con tal veneno que el aire se espesa a nuestro alrededor. «¿Lo arriesgas todo por alguien tan insignificante?».
Ahora está a solo un suspiro de distancia, el calor de su furia irradia como fuego que lame mi piel.
«Porque la necesito para algo más importante», respondo, dejando que la mentira salga con fluidez de mi boca, buscando desesperadamente algo que pueda aliviar su creciente paranoia. «Forma parte de una investigación sobre los rebeldes».
Seraphina no se lo cree. Sus ojos dorados se entrecierran, brillando con una sospecha cortante. Sus cejas se arquean con frío desprecio y sus labios, antes suaves y prometedores, se curvan en una mueca de desprecio.
.
.
.