El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 73
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Capítulo 73:
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El impacto me golpea como un puñetazo.
«¿Me estás diciendo que Aria fue secuestrada hace más de una semana y nadie ha presentado una denuncia ante la policía?».
Mi voz estalla, resonando por toda la oficina, en una mezcla de ira e incredulidad. La idea de que lleve tanto tiempo desaparecida sin que nadie haya hecho nada es insoportable.
Asher permanece imperturbable ante mi arrebato.
—Su madre sí presentó una denuncia, Majestad. Pero los agentes humanos no investigaron a fondo. Creen que Aria se escapó para evitar el juicio.
Mi visión se nubla, abrumado por la furia creciente, y en un arrebato de ira, lanzo la silla contra la pared con tal fuerza que el estruendo resuena en toda la habitación y la madera se astilla con el impacto.
Siento cómo mi lado licántropo se despierta, una intensidad visceral que crece dentro de mí, el lobo aullando para liberarse.
Pero lo contengo, a duras penas.
—Ya he asignado a mis mejores hombres para investigar su paradero, Majestad —continúa Asher con la misma compostura, como si no acabara de presenciar mi arrebato.
Esa respuesta no es suficiente. No para mí.
—¡No es suficiente! ¡Ha pasado una semana, maldita sea!
Mi voz arde de furia, cada segundo alimenta una mezcla sofocante de preocupación y frustración.
—Me uniré a la investigación. Usaré mis poderes de hechicera para rastrearla.
Una pizca de sorpresa cruza brevemente el rostro de Asher, algo poco habitual en él.
Él sabe que rara vez uso mis poderes de hechicera, que solo recurro a pequeños hechizos de camuflaje o encantamientos sencillos.
Sin embargo, nunca he intentado un hechizo de rastreo.
Es una línea que nunca he querido cruzar, no solo porque es difícil y agotador, sino porque temo que los rebeldes lo utilicen como prueba de mi doble naturaleza, como un arma contra mí.
Pero ahora nada de eso importa.
Aria está en peligro, lleva días desaparecida, y la idea de que le haya ocurrido algo terrible me atormenta de una forma que no puedo ignorar.
Sin perder más tiempo, salgo de mi despacho con determinación, y mis pasos resuenan en los fríos pasillos de piedra mientras me dirijo a la cámara de hechizos.
Es un lugar antiguo, casi olvidado, pero sé que Seraphina lo mantiene con esmero, preservando su vínculo con la magia de las hechiceras.
Está en la planta de la biblioteca, una parte del castillo que rara vez visito, tal vez porque temo enfrentarme a lo que realmente soy: mitad licántropa, mitad hechicera, una combinación que siempre he llevado como una maldición.
La cámara de hechizos es enorme, con estanterías repletas de libros antiguos y pergaminos amarillentos llenos de hechizos que apenas puedo descifrar. La luz que se filtra a través de las pequeñas ventanas es tenue, suavizada por pesadas cortinas, creando una atmósfera casi claustrofóbica.
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