El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 62
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Capítulo 62:
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«O asumes la culpa de su muerte, chica…».
Su voz surge de la nada, un susurro teñido de amenaza, tan cerca que puedo sentir su aliento en la nuca.
Mi cuerpo se paraliza. Todos los músculos se tensan. Los pelos de mis brazos se erizan alarmados.
«… o te reunirás con él pronto, porque yo te mataré».
El terror se apodera de todo mi ser.
El tono siniestro de su voz, casi siseando en mi oído, me hace temblar.
Es como si sus palabras llevaran consigo la sombra misma de la muerte. Instintivamente, intento alejarme, pero no hay espacio entre nosotros.
De repente, un dolor agudo me atraviesa el cuero cabelludo cuando me agarra bruscamente del pelo y me echa la cabeza hacia atrás.
La fuerza del movimiento es brutal y me veo obligada a mirar al techo, con la visión limitada y distorsionada por el ángulo antinatural.
El miedo me invade de forma incontrolable cuando vislumbro el brillo metálico de un cuchillo en su otra mano.
El frío filo de la hoja se presiona contra mi cuello, ligeramente, pero con una clara amenaza.
—Yo no pongo las reglas, chica.
Su voz está cargada de furia reprimida, con los dientes apretados como si estuviera a punto de perder el control por completo.
—La señorita dejó muy claras mis opciones… y ya la estoy desafiando al darte la alternativa de asumir la culpa.
—Por favor, déjame ir…
Las palabras salen de mi boca en un susurro desesperado, empapadas de angustia.
«Te prometo que no se lo diré a nadie… Podemos olvidar todo esto, ¡pero no voy a cargar con la culpa de algo que no he hecho!».
Intento mantener la voz firme, pero fracaso estrepitosamente. Estoy al borde del colapso.
«Puedes huir. Déjame aquí… No diré ni una palabra a nadie, ¡lo juro!».
Durante un breve instante, vuelve a reinar el silencio.
Solo el sonido de mi respiración entrecortada llena el vacío mientras el miedo se apodera de mis pensamientos.
¿Está considerando mis palabras?
¿Hay alguna posibilidad de escapar con vida?
Pero entonces, se ríe.
Una risa baja y seca, desprovista de humor, desprovista de piedad.
El sonido me hiela la sangre.
«No vas a salir de aquí, chica…».
Por fin habla, con voz llena de certeza mortal.
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