El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 61
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Capítulo 61:
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¿Esta mujer ha perdido la cordura hace mucho tiempo? ¿Nadie se ha dado cuenta?
Sus ojos brillan con intensidad ante mi pregunta. Se inclina como una bestia que despierta de un profundo sueño y, antes de que pueda reaccionar, su mano golpea mi cara.
El sonido de la bofetada resuena en la habitación amortiguada, un dolor ardiente explota en mi mejilla y me deja aturdido. Mi cabeza se gira bruscamente hacia un lado y, durante unos segundos, el mundo se desvanece de mis sentidos.
Cuando vuelvo en mí, oigo su voz, ahora cargada de rabia.
«¡No debes hablar!».
Escupe las palabras, la dulzura de su tono ha desaparecido por completo, sustituida por algo frío y cruel.
«Ni siquiera debería estar hablando contigo».
Sus ojos brillan con una intensidad inquietante y la amenaza en su voz es tan clara como el agua.
«La señorita me dejó muy claro lo que debía hacer. Para recuperar mi libertad, tú tienes que asumir la culpa, chica. ¡Yo no hago las reglas!».
Su tono está lleno de frustración, como alguien obligado a desempeñar un papel no deseado pero necesario. Cada palabra que sale de sus labios suena como una sentencia de muerte.
La ansiedad se apodera de mi pecho y el pánico vuelve a surgir como una ola que me golpea.
—¡No tienes que hacer esto!
Mi voz es desesperada, casi suplicante.
—¡Entiendo lo que hiciste, de verdad! ¡De verdad! ¡Era un marido horrible! ¡Prometo que no se lo diré a nadie!
Mi mente va a mil por hora, buscando cualquier cosa que pueda salvarme.
«Sigo en libertad bajo fianza; aún me juzgarán. ¡No tienes por qué hacer esto!».
Frenéticamente, intento liberarme de las ataduras que rodean mis muñecas, sintiendo cómo el sudor me resbala por las sienes mientras la adrenalina recorre mi cuerpo.
Pero la cuerda es fuerte y la silla cruje bajo mi peso, recordándome que estoy a merced de alguien mucho más inestable de lo que había imaginado.
De repente, desaparece de mi vista y una sensación de frío me recorre el cuerpo mientras el pánico se apodera de mí.
Es como si el aire a mi alrededor hubiera sido succionado.
El silencio, que antes era solo tenso, ahora se vuelve sofocante.
Mi corazón se acelera y cada latido resuena en mis oídos como un tambor roto.
No saber dónde está, no ver sus movimientos, me sumerge en un estado de terror absoluto.
Intento forzar mis ojos para que se acostumbren a la tenue luz, pero es inútil.
Estoy a merced de lo desconocido, y la incertidumbre de lo que ella pueda hacer me devora por dentro.
El terror recorre mi espina dorsal, como manos invisibles que me aprietan el cuello y me ahogan.
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