El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 49
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Capítulo 49:
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Sin pensar, mis piernas comienzan a moverse, llevándome fuera de la oficina con pasos apresurados, casi desesperados. Cada paso es un intento de alejarme del pico de deseo que permití que me envolviera, un intento de borrar el recuerdo de esa noche que debería haber permanecido enterrada. Pero la verdad es que el dolor de esa noche sigue muy vivo dentro de mí, la separación que me desgarró el corazón todavía me persigue a cada momento.
La presencia de Caelum, el calor de su cuerpo, el magnetismo que desprende… todo ello solo sirve para reabrir las heridas que tanto me costó curar. Y ahora, la voz que irrumpió en la oficina, esa voz tan parecida a la de Alexander, es un cruel recordatorio de todo lo que perdí y de todo lo que nunca podré recuperar.
Corro, desesperada por dejarlo todo atrás, por olvidar la sensación de los labios de Caelum sobre los míos, el calor de su tacto, el deseo abrumador que despertó en mí. No quiero revivir aquella noche, no quiero reabrir las cicatrices que dejó. Su peso es insoportable, un doloroso recordatorio que amenaza con ahogarme. La noche que pasé con Caelum fue un error monumental, un error que ahora me persigue con la devastadora posibilidad de que mis hijos sean los herederos de un rey.
Y mientras corro por los pasillos, con el corazón latiendo frenéticamente en mi pecho, una sola certeza se cristaliza en mi mente: el rey Caelum Frost nunca debería haber entrado en mi vida, y ahora que lo ha hecho, nunca volveré a ser la misma.
Cuando por fin dejo de correr, me encuentro en el pasillo de los vestuarios, jadeando, como si cada inhalación fuera una batalla y mi corazón latiera con fuerza en mi pecho, tratando de escapar. Me apoyo contra la fría pared, sintiendo su textura rugosa contra mi piel mientras trato de recuperar el aliento y el control sobre mis emociones. El torbellino de pensamientos en mi mente es abrumador, cada uno más angustiante que el anterior. La idea de que Elowen y Thorne puedan ser los hijos bastardos de Caelum martillea sin cesar en mi cabeza, pero lucho por alejar esos pensamientos. Si cedo ahora a este torbellino de miedo y ansiedad, sé que no podré volver al trabajo.
Con la respiración finalmente estabilizada y la determinación recuperada, empujo la puerta del vestuario y entro en un entorno familiar. Pero hoy parece diferente, más pesado, cargado de tensión. El vestuario está más vacío que antes, lo que debería tranquilizarme, pero la presencia indeseada de Lily, con su mirada siempre llena de desdén, destruye cualquier sensación de comodidad que pudiera tener.
«El evento de hoy es una fiesta de máscaras. Los clientes han pedido que todo el mundo, incluso el personal, lleve máscaras», me explica mi jefe con brusquedad, entregándome una preciosa máscara roja de encaje.
«Gracias, me prepararé enseguida», respondo, tratando de mantener la voz firme, aunque por dentro soy un torbellino de emociones.
Con la máscara en la mano y el uniforme colgado del brazo, atravieso el vestuario hacia el baño, tratando de ignorar las miradas curiosas que me siguen. Pero Lily, siempre aguda y venenosa, no pierde la oportunidad de lanzarme sus palabras desagradables.
«Apenas ha llegado y ya se ha acostado con el nuevo jefe. Puta siempre, puta jamás. Esperemos que no lo mate cuando se niegue a ascenderla», dice Lily con voz venenosa, eligiendo cada palabra para herirme. La crueldad de su tono es tan palpable que casi puedo saborear su amargura en mi boca.
Parece que Lily, al igual que las demás, aún no sabe que el nuevo propietario de la empresa no es otro que el mismísimo rey Caelum. Si lo supiera, estoy segura de que se lo pensaría dos veces antes de acusarme de algo tan escandaloso. Pero incluso sin saberlo, las acusaciones de Lily son absurdas, y siento que la sangre me hierve dentro, cada una de sus palabras alimenta la furia que se apodera de mí.
Giro mi cuerpo en su dirección, con pasos rápidos y decididos, como si un dragón dormido hubiera despertado finalmente en mi interior, con llamas ardiendo en mis venas. La ira que siento es abrumadora, y cada fibra de mi ser exige una respuesta.
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