El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 48
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 48:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Estamos solos en nuestra burbuja de pasión, aislados de todo y de todos, hasta que de repente, una voz irrumpe en la oficina junto con el sonido de la puerta al abrirse.
«Su Majestad, tengo los informes sobre…». La voz masculina resuena en la habitación, rompiendo el hechizo carnal en el que estábamos sumergidos. El sonido intrusivo es como un cubo de agua fría, que me devuelve a la realidad que tanto deseaba olvidar. «¡Perdóname!».
La voz me recuerda a Alexander y siento que se me hiela el corazón. La interrupción es abrupta y devastadora. En ese mismo instante, una ola de culpa y pánico me invade, como un abrazo helado que envuelve mi corazón y aplasta la pasión que acababa de consumirme.
Cuando finalmente me libero del beso de Caelum, es como si el hechizo se rompiera, y la puerta que se cierra detrás del intruso sirve como un doloroso recordatorio de dónde estamos y quién es él. Doy un paso atrás, recuperando la conciencia de lo que acabamos de hacer, sintiendo una avalancha de emociones contradictorias que me inundan. Ira, culpa, deseo… todas se mezclan en una tormenta dentro de mí.
En un momento de pura euforia mezclada con rabia, levanto la mano y la bajo con fuerza contra la cara de Caelum, y el sonido de la bofetada resuena en la habitación. Él permite el golpe, no lo esquiva, lo que me deja aún más asombrada y confundida. El hecho de que no reaccione con ira, que no intente justificar sus actos ni defenderse, solo aumenta mi frustración. Me alejo de él, sin aliento, con los puños apretados a los costados mientras lucho por recuperar el control de mis emociones.
—¡Estás casado! —exclamo finalmente, con la voz temblorosa por la mezcla de ira y decepción—. El hecho de que seas rey no te da derecho a hacer lo que has hecho. ¿Qué crees que soy? ¿Una puta a la que puedes tomar cuando te da la gana? Las palabras salen afiladas, impregnadas de un dolor que no quería admitir.
Caelum da unos pasos atrás, respetando la distancia que le exijo, pero manteniendo esa presencia dominante que todos los reyes poseen. Se masajea el lugar donde le he golpeado y espero ver ira, indignación, cualquier señal de que mi reacción le ha herido. Pero, en cambio, sonríe. Una sonrisa pícara y divertida que solo sirve para avivar mi furia y mi confusión. ¿Cómo puede sonreír así después de lo que acabamos de hacer?
—No, definitivamente no creo que seas una puta, Aria… —responde Caelum, con la voz aún entrecortada, pero con un tono de excitación que me inquieta—. Creo que tu beso es tan apasionado como lo era hace cinco años. —La malicia en su voz es inconfundible, pero también hay un tono de satisfacción, como si acabara de confirmar algo que siempre había sospechado.
«Entonces pensé que era el alcohol, pero ahora me doy cuenta de que no era eso», concluye, y la alegría de su voz contrasta dolorosamente con la confusión que siento en mi pecho.
Las palabras de Caelum me golpean con fuerza, trayéndome recuerdos borrosos de aquella noche, llena de borrachera y un corazón roto. La confusión se apodera de mí mientras la realidad se entremezcla con los recuerdos, creando un torbellino que amenaza con consumirme.
«Tú eres…».
La conmoción me hace tartamudear. Caelum frunce el ceño, visiblemente confundido por mi reacción, pero hay un destello de algo más en sus ojos, tal vez curiosidad, tal vez expectación. Extiende los brazos en un gesto teatral, como si actuara para un público invisible, antes de hacerme una reverencia exagerada. Cada uno de sus movimientos está lleno de una confianza inquebrantable, una sensación de poder que luce como una segunda piel.
«El dios griego, a tu servicio… princesa», anuncia con tono humorístico. La sonrisa pícara y divertida no se borra de su rostro, y yo me quedo paralizada. El mundo parece cerrarse a mi alrededor, dejándome inmóvil, incapaz de reaccionar. Me acosté con el rey Caelum Frost. El rey híbrido de nuestra nación. Es posible que mis hijos sean los bastardos del rey.
Este pensamiento se cuela en mi mente, trayendo consigo una ola de miedo y pavor que me hace sentir como si el suelo se desmoronara bajo mis pies. Caelum me observa, con sus ojos curiosos y penetrantes, como si intentaran descifrar cada pensamiento que pasa por mi mente. El pánico se apodera de mi garganta, una necesidad urgente de escapar de este lugar, de esta verdad que amenaza con consumir todo lo que he trabajado tan duro para proteger para mí y para mis hijos.
.
.
.