El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 46
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 46:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Las palabras se me escapan, cargadas de sinceridad y seducción, cada una cuidadosamente elegida para provocar una reacción.
Como esperaba, sus ojos se abren ligeramente, y una mirada de sorpresa se dibuja en su rostro.
Puedo sentir el momento exacto en que su corazón da un vuelco, un sonido casi imperceptible para todos menos para mí. Me complace, me da una perversa sensación de satisfacción saber que puedo afectarla tan profundamente con tan poco.
«Posees una belleza que hace que cualquier hombre se rinda ante ti», continúo, cada palabra impregnada de un dulce veneno.
«Ni siquiera yo, un rey poderoso, soy inmune a tu encanto. Por no hablar de tu antiguo jefe, o cualquier otro hombre que haya caído rendido ante esa misma belleza».
Mientras hablo, dejo que mi mano siga un impulso y se acerque al rostro de Aria. Siento la suavidad de su cabello cuando mis dedos se enredan en un fino mechón y la acerco suavemente hacia mí.
El pecho de Aria sube y baja con respiraciones superficiales, como si mi simple contacto hubiera encendido una llama en su interior.
Me excita, me tienta a acercarme aún más, a inclinarme, a cerrar la distancia entre nosotros. Puedo sentir el calor que irradia.
—Eres un arma peligrosa, Aria —murmuro, casi en un susurro, cada palabra cargada de un significado más profundo—.
Lo sabes, ¿verdad? Podría caer en tus trampas, atrapado por esos hermosos ojos…
Las palabras se escapan de mis labios como una confesión, y veo que su respiración se acelera, como si estuviera perdiendo el control en mi presencia.
«Igual que debió caer tu antiguo jefe. Igual que muchos otros antes que él».
Los ojos de Aria, que estaban fijos en mi rostro, se posan ahora en mis labios, y la necesidad de besarla de nuevo crece dentro de mí como una llama incontrolable.
Han pasado cinco años, pero lo que siento por Aria no ha desaparecido.
Al contrario, el recuerdo de aquella noche, la última vez que fui verdaderamente libre, arde con más intensidad que nunca en mi mente.
«Me pregunto algo muy importante, Majestad…», susurra Aria, y su voz me hace estremecer, suave y ligeramente temblorosa, pero con una dulzura que la hace irresistible.
Mi mano, que sigue acariciando su rostro, se mueve con una delicadeza que contrasta con la intensidad de lo que siento por dentro. Puedo sentir cómo el cuerpo de Aria responde a mi tacto, cómo cierra los ojos por un instante, como si se permitiera ser vulnerable, dejarse llevar por esta conexión que aún existe entre nosotros. Es como si mi tacto fuera un hechizo que la envuelve, un hechizo del que ni siquiera yo puedo escapar.
«¿Cuál es tu pregunta, Aria?». Mi voz es un susurro ronco, instándola a hablar, a compartir lo que piensa. Quiero entender cada pensamiento que cruza su mente, cada emoción que la consume.
Aria abre lentamente los ojos y, cuando lo hace, hay un cambio en su mirada. Una chispa de provocación, un brillo de determinación que antes no estaba allí. Su mano se mueve hacia mi brazo, sujetándolo con firmeza, pero sin agresividad. Hay algo en ese contacto que me alerta, que me dice que no es una presa tan fácil como parece.
«¿Qué pensaría la reina Seraphina, tu compañera, si te viera tan cerca de mí?». La voz de Aria, antes vacilante, ahora se agudiza como una navaja, cortando el aire entre nosotros. Apartó mi mano de su cara con un movimiento firme.
.
.
.