El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 340
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Capítulo 340:
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«Mira eso», comenta Aria con evidente alegría, con los ojos brillantes de orgullo y amor. «Creo que ha reconocido tu voz».
Contemplo a Alex como si fuera lo más precioso que he visto en mi vida. Hay algo mágico en este pequeño ser, algo que trasciende las palabras. El sonido de sus pequeños y rápidos latidos me parece una melodía que resuena en mis oídos, un recordatorio constante de lo frágil y resistente que es a la vez.
«Caelum…», llama Aria en voz baja, y su voz me saca del pequeño universo que he creado alrededor de Alex.
Levanto la mirada para encontrar la suya. Hay algo más en sus ojos, algo profundo y lleno de significado. «Gracias por no rendirte conmigo», dice con voz entrecortada por la gratitud y la emoción.
Se me encoge el pecho, pero de una forma agradable, como si todas mis inseguridades y dudas se desvanecieran en el momento en que pronuncia esas palabras. Le sonrío, sintiendo cómo una oleada de determinación surge en mi interior.
«Nunca lo haré…», respondo con firmeza, con sinceridad en mi voz.
Observo cómo Caelum mece a Alex con tanto cuidado y ternura que se me llenan los ojos de lágrimas. Lo acuna como si fuera el tesoro más preciado del mundo, moviéndose suavemente mientras tararea una nana que parece llenar toda la habitación con una calma casi sobrenatural. El sonido de su voz es suave y melodioso, con una dulzura que no esperaba, lo que lo hace aún más cautivador.
El ambiente que nos rodea es cálido y acogedor. La habitación de Alex está decorada en tonos suaves de azul y gris, con muebles de madera clara y un cómodo sillón junto a la cuna. Pequeños detalles, como el móvil en forma de estrella que cuelga sobre la cuna y las estanterías llenas de libros infantiles, hacen de este espacio un remanso de paz.
Mi corazón se llena de emoción al verlos juntos. Caelum ha sido más de lo que jamás imaginé. Durante todo mi embarazo, fue mi puerto seguro, mi roca en medio de las olas de incertidumbre y desafíos que me rodeaban. Ahora, con Alex en sus brazos, demuestra una vez más que es todo lo que mi hijo y yo necesitamos.
Con cuatro meses, Alex está lleno de energía y lucha ferozmente contra el sueño. Agita sus diminutos brazos y frunce el rostro en un esfuerzo decidido por mantenerse despierto. Pero Caelum, con su voz mágica, canta de una manera tan hipnótica que Alex no tiene ninguna posibilidad. Poco a poco, sus movimientos se ralentizan hasta que finalmente se rinde, cierra los ojos y deja escapar un pequeño suspiro de satisfacción.
«¡Caelum uno, Alex cero!», declaro con humor, tratando de contener la risa para no perturbar el momento.
Caelum levanta una ceja desafiante y hace una reverencia exagerada, sosteniendo a Alex con firmeza y elegancia.
Con cuidado, acuesta a Alex en la cuna y le arregla la manta con tanta delicadeza que me hace sonreír aún más. Luego, con un suspiro audible, se deja caer en el sofá y, antes de que pueda siquiera pensar en resistirme, me empuja para que me siente a su lado. Ambos estamos agotados y el cansancio nos pesa como una manta pesada.
«¿Cuántas horas crees que dormiremos esta noche?», pregunta, bostezando tan profundamente que apenas termina la frase. «Apostaría la mitad de mi reino a que serán tres horas».
Me río suavemente, tapándome la boca para no hacer ruido. «¡Yo apuesto una botella entera a que serán tres horas y media!», bromeo, con voz llena de optimismo fingido.
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