El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 339
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Capítulo 339:
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Aria levanta la mirada hacia mí y, durante un breve instante, hay algo más profundo en ese intercambio, algo lleno de significado, recuerdos y promesas. Sonríe suavemente, pero sus ojos brillan con una mezcla de emociones, y sé que ya ha tomado una decisión.
«Alex… se llamará Alex», responde con voz llena de amor y ternura.
Hay un delicado peso en sus palabras, un tributo que llena el espacio entre nosotros con algo intangible pero poderoso. Mi primo Alexander… Su recuerdo es una sombra que nunca nos abandona del todo, pero en este momento, el nombre se transforma en luz, en esperanza. Mi corazón se llena de calor, una luz se extiende desde mi interior, y lo único que puedo hacer es sonreír mientras beso la cabeza de Aria, respirando el ligero aroma a sudor mezclado con el fresco aroma de la nueva vida que acuna en sus brazos.
Con delicadeza, rodeo sus hombros con un brazo y la atraigo hacia mí, sin querer romper el vínculo entre ella y Alex, pero deseando formar parte de él, aunque sea de una forma sutil. «Lo has hecho muy bien…», le susurro al oído, con la voz cargada de emoción.
«¿Quieres cogerlo?», pregunta Aria en voz baja, con una ternura que contrasta con el cansancio evidente en su tono. Está recostada en la cama, con el pelo revuelto y una expresión serena, aunque los rastros de agotamiento aún persisten en su rostro.
La habitación privada en la que nos encontramos es cálida y acogedora, con paredes de color crema y muebles de madera oscura que aportan una sensación de tranquilidad al espacio. Alex está acunado en sus brazos, envuelto en una suave manta que lo protege del ligero frío del aire acondicionado. Ahora está limpio, vestido con un mono azul pálido adornado con pequeños motivos de estrellas. Sus movimientos son leves, pero cada pequeño cambio transmite una fragilidad que me oprime el pecho. Parece tan pequeño, tan delicado, como si el mundo que lo rodea pudiera desmoronarse si no tenemos cuidado.
Dudo, mirando al pequeño ser con una mezcla de asombro y aprensión.
«No sé si debería, Aria… es tan pequeño», murmuro, sintiendo un nudo de nervios en el estómago. Mis manos parecen demasiado grandes, demasiado torpes para sostener algo tan precioso.
Aria suelta una suave risa, y su expresión agotada se suaviza con un cálido brillo en los ojos.
«No le harás daño…», me asegura, con palabras tan reconfortantes como su presencia. «Siéntate en el sillón y te enseñaré cómo cogerlo».
Obedecí y me acerqué con cautela al sillón que había junto a la cama. Todavía tenía las manos sudorosas, pero poco a poco fui reuniendo el valor mientras Aria se inclinaba con cuidado y colocaba a Alex en mis brazos.
Es ligero, sorprendentemente ligero, pero el peso de la responsabilidad que siento al sostenerlo es abrumador. Alex se mueve, sus diminutos brazos se desplazan ligeramente antes de quedarse cerca de su cara, y todo mi cuerpo se tensa en respuesta.
«No pasa nada, solo está buscando una posición cómoda…», me tranquiliza Aria, con un tono suave y firme.
Respiro hondo, tratando de relajarme. Poco a poco, Alex deja de moverse y vuelve a quedarse quieto. Su respiración es constante, creando un ritmo relajante que me cautiva. Su pequeño pecho sube y baja suavemente, y sus manos, tan increíblemente pequeñas, descansan relajadas cerca de su cara.
«Hola, campeón…», le susurro a Alex. «Soy Caelum, el primo de tu padre, ¿lo sabías? Tenía muchas ganas de conocerte».
Alex gira su carita, casi imperceptiblemente, pero es suficiente para llenar mi corazón de una ternura que nunca antes había sentido. Por un momento, parece que sonríe, un movimiento leve que ilumina cada rincón de mi alma. Es algo tan sencillo, pero me impacta como una ola gigante de emociones abrumadoras.
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