El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 324
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Capítulo 324:
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«Sé que no hay perdón por lo que te hice. Acepto mis pecados y mis decisiones», dice con voz temblorosa y llena de remordimiento. «Pero necesito que aceptes lo que voy a darte».
Niego con la cabeza, sin entender lo que quiere decir. Ella me aprieta la mano con más fuerza, intensificando la mirada, como si quisiera que comprendiera la gravedad del momento.
«Al igual que Caelum transfirió su alma de hechicero a Alexander, yo haré lo mismo por ti. Siento que Alexander se viera envuelto en esto; no debía haber sido poseído».
«No, no. ¡No puedo aceptar esto!».
—¡Debes hacerlo! —exclama Seraphina con urgencia—. Si quieres acabar con esto, tienes que aceptar este regalo. Convertirte en hechicera es un regalo, Aria. Al igual que la mordedura de Caelum fue un regalo para ti. Este es mi regalo, ¡acéptalo!
Dudo, sintiendo que el peso del momento me aplasta. Me tiemblan las manos, el corazón se me acelera y todo mi ser quiere gritar «no». Pero entonces, la imagen de Caelum ahí fuera, luchando por nuestras vidas, pasa por mi mente.
—Está bien… —balbuceo, con una voz apenas audible.
Seraphina no pierde tiempo. Sus labios comienzan a murmurar palabras en un idioma que no entiendo, un hechizo que resuena en el aire que nos rodea. Todo mi cuerpo comienza a vibrar, como si una corriente eléctrica recorriera mis venas. Un rayo de luz dorada y pulsante se forma entre nuestras manos, conectándonos con una energía tan poderosa que casi me hace caer hacia atrás.
Poco a poco, la fuerza de Seraphina comienza a desvanecerse. El poco color que le queda en la piel se desvanece, sus ojos se cierran gradualmente y su respiración se debilita. El rayo de luz disminuye hasta desaparecer, pero dentro de mí, algo nuevo despierta. Siento como si un torrente de energía mágica recorriera ahora mi cuerpo, llenándome de un poder que nunca imaginé que podría poseer.
Seraphina se derrumba en la escalera, con el cuerpo inmóvil. Y yo, arrodillado a su lado, siento el peso de lo que acabo de recibir.
Corro hacia el lugar donde Caelum permanece fuera del castillo. Cada paso es una batalla contra el caos que me rodea. Los sonidos de la lucha son ensordecedores: una cacofonía de gritos, aullidos y el choque metálico de las espadas. El aire está cargado con el olor a sangre y a quemado, lo que hace que cada respiración sea un esfuerzo. La escena es una pesadilla hecha realidad: cuerpos caídos y trozos de piedra del castillo desmoronándose a nuestro alrededor.
En cuanto salgo, mis ojos se fijan en la escena que tengo delante. Caelum y Alexander están enzarzados en una lucha brutal. Pero Alexander, el hombre que una vez conocí, mi marido, está irreconocible. Ya no es él mismo; Malakar ha tomado el control total de su cuerpo, convirtiéndolo en un espectro distorsionado del hombre que una vez fue.
El cabello de Alexander, que antes era castaño claro, ahora es completamente oscuro, como si absorbiera la luz que lo rodea. Sus ojos, antes de un azul cálido y profundo, ahora arden con un rojo intenso, brillando como rubíes fundidos. Pero lo peor es su rostro. Gruesas líneas rojas, que laten como lava, le atraviesan las sienes y le bajan hasta el centro de la cara, deformando sus rasgos con una crueldad que parece casi simbólica. Su aura es sofocante, irradia malicia y un poder abrumador.
Caelum lucha con todas sus fuerzas, alternando golpes físicos y poderosos hechizos. Se transforma en su forma híbrida, mitad humano, mitad licántropo, y crece hasta duplicar su tamaño, convirtiéndose en una figura imponente y bestial. Sus músculos se tensan bajo el pelaje oscuro y sus garras afiladas brillan en la tenue luz de la batalla. Es feroz, pero el poder de Malakar es inmenso y su enfrentamiento es tan violento que cada golpe hace temblar el suelo bajo sus pies.
Me doy cuenta de que no hay tiempo para esperar a que Caelum se libere de Malakar. Hago lo que me pidió que hiciera si alguna vez me encontraba en peligro. Me transformo.
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