El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 320
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 320:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Intercambiamos una breve mirada y, por un momento, mi mente se llena de todo lo que ha sucedido. Caelum ha sido paciente y comprensivo, pero eso no sirve para llenar el vacío que siento en el pecho. Cada noche sin Alexander es como ahogarse lentamente, sumergirse en un océano de recuerdos y pesadillas. Malakar acecha mis sueños, torturando a Alexander y riéndose mientras yo permanezco paralizada, impotente.
Intento desviar mis pensamientos hacia algo más práctico, pero es inútil. El peso de la responsabilidad que recae sobre mí es abrumador. Debería estar en casa, en el lugar que Alexander compró para nosotros, pero solo pensarlo me consume de dolor. Ser la duquesa de las Tierras Bajas, tener todo lo que él dejó a mi nombre, no significa nada sin él a mi lado. Solo quiero que Alexander vuelva.
—¿Estás lista? —me susurra Caelum en cuanto llego a su lado.
—No, pero… ¿qué otra opción tenemos? —respondo, con una sinceridad casi cruel en mi voz.
Salimos juntos para reunirnos con el pequeño grupo de soldados que se ha congregado frente al jardín del castillo. El viento es frío y trae consigo el olor de la tierra húmeda y las hojas secas, presagio de lo que está por venir. La conversación entre los soldados y los consejeros es acalorada, llena de tensos debates que me hacen doler el corazón. Caelum mantiene una postura firme, pero puedo ver la tensión en sus hombros.
«¿Qué noticias hay?», pregunta Caelum con voz firme y autoritaria.
Finn, su consejero, da un paso al frente con expresión sombría.
—Majestad, el número de aliados es lamentablemente bajo. Tras el golpe de Estado de vuestro hermano, muchos de los reinos vecinos se muestran reacios a ofrecer su apoyo. No ven ningún beneficio en ayudar a Syltirion, ya que no existen alianzas políticas sólidas con el reino —explica Finn, con voz cargada de pesar.
Caelum inclina la cabeza en señal de comprensión, pero hay una chispa de frustración en sus ojos.
—Lo entiendo. No podemos exigir a nuestros aliados que luchen en una guerra que no es de Veridiana. Pero ¿qué hay de los soldados de Syltirion? ¿Qué han dicho?
Finn señala a un hombre corpulento cuya armadura está manchada de sangre seca y barro.
—Este es el general de Syltirion, Majestad —dice Finn, haciendo un gesto al hombre para que se acerque.
—Majestad, lamentablemente, la situación en Syltirion ya está perdida. Nuestro reino podría haber tenido otros cincuenta años antes de caer en la ruina total. Pero ahora, con esta entidad consumiendo las almas de las hechiceras, creemos que Syltirion será invadida y destruida en cuestión de días —explica el general.
Su sombría declaración me oprime el corazón.
—El próximo reino al que se dirigirá será Veridiana, Majestad —añade el general.
Caelum respira hondo y, por un instante, su expresión se endurece.
—Seraphina… ¿has oído algo de ella? —pregunta Caelum.
—He oído que ha estado ayudando a la entidad a adquirir las almas que consume. Nos ha traicionado, Majestad —informa el general.
A Caelum se le escapa un suspiro de decepción. Se produce un momento de silencio y la tensión se hace palpable en el aire.
—Tendremos que confiar en que Seraphina nos está ganando tiempo. No renunciaría a Syltirion tan fácilmente, no después de todo lo que ha hecho hasta ahora —declara Caelum.
Sus palabras me golpean como un puñetazo, y mi mente grita para contraatacar, para recordarle que Seraphina es una víbora, siempre impulsada por su propio interés. Pero me muerdo la lengua. Tengo que concentrarme en lo importante: encontrar una forma de salvar a Alexander.
.
.
.