El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 319
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Capítulo 319:
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Lo confirmo con un gesto de asentimiento.
«¿Cuál es el precio? ¿Mi vida o la tuya?». Su pregunta rezuma ironía, pero percibo la tensión en sus palabras, una tensión que resuena en mi interior.
«La tuya, siempre…», respondo en voz baja, casi un susurro, pero tan firme como la tierra antes de un terremoto. «Siento que tenga que ser así».
Drave se ríe, pero no es una risa sincera. Es un sonido vacío y agudo, cargado de años de amargura. Cruza los brazos sobre su delgado cuerpo, pero su postura sigue siendo desafiante, como si estuviera decidido a afrontar su destino, aunque sus ojos delaten lo contrario.
«No, no lo sientes», replica con firmeza. «Pero no importa. Así nos criaron.
Que la próxima generación lo haga mejor».
Arqueo las cejas, un gesto involuntario. Sus palabras me impactan de forma inesperada y, por un momento, intento descifrar el significado oculto en ellas. Él sonríe, una sonrisa familiar y enigmática que siempre me ha irritado, y se apoya en los barrotes de su celda como si estuviera tranquilo, como si fuera él quien tuviera el control.
«Siempre tengo un plan B, hermanito…», declara Drave, con una mezcla de desafío y provocación en la voz.
Me guiña un ojo y mi sangre hierve.
«¿Ah, sí? Entonces será mejor que lo uses ahora, Drave», respondo.
Empiezo a recitar el hechizo. Las palabras salen de mis labios en una lengua antigua, cada sílaba cargada de poder y gravedad. El aire a nuestro alrededor parece cambiar; se vuelve más denso, más vibrante, como si la magia misma estuviera tomando forma. Siento cómo mis poderes se agitan dentro de mí, una ola creciente de energía recorriendo cada fibra de mi ser. Mi piel se estremece, el calor aumenta con cada palabra que pronuncio.
Drave se derrumba de rodillas, con los ojos muy abiertos, en una mezcla de dolor y conmoción. Tose violentamente, como si algo dentro de él se estuviera desgarrando. Un aura púrpura comienza a emanar de su cuerpo, una niebla etérea que flota en el aire, parpadeando con una luz extraña y amenazante.
Mi voz no tiembla. Continúo con el conjuro, incluso cuando siento la resistencia de Drave, incluso cuando oigo sus gemidos de dolor. El aura púrpura se desprende completamente de él, como un ser vivo, flotando a través de la celda hacia mí. Cuando me golpea, se siente como un golpe físico. Una onda de choque recorre mi cuerpo, tirándome al suelo con fuerza.
Mi visión se nubla y, por un momento, todo a mi alrededor desaparece. No hay sonido, ni luz, solo un vacío que amenaza con engullirme por completo. Pero entonces, lentamente, la sensación comienza a cambiar. El vacío da paso a una nueva energía, una fuerza que nunca antes había sentido. Es como si algo perdido hace mucho tiempo dentro de mí hubiera sido restaurado. Me levanto lentamente, todavía jadeando, sintiendo cómo el poder recorre mi cuerpo. Es crudo, indómito y, sin embargo, controlado.
«Ha funcionado…», murmuro para mí mismo, asombrado. Mi mirada se dirige hacia Drave. Yace inmóvil en el suelo, su frágil cuerpo vacío, muerto. Me permito un momento de silencio. No hay triunfo aquí, solo una amarga sensación de inevitabilidad.
Desde el balcón de mi habitación en el castillo de Caelum, observo cómo se acerca lentamente el pequeño ejército del reino de Syltirion. El grupo de soldados que llega está visiblemente agotado. Sus armaduras, maltrechas por la batalla y el paso del tiempo, apenas brillan, mientras que sus pasos arrastrados revelan agotamiento y desesperanza.
La energía que emanan es sofocante, y mi pecho se oprime al darme cuenta de que nuestras posibilidades de derrotar a Malakar, la entidad que amenaza con consumirlo todo, son prácticamente nulas. Incluso desde la distancia, puedo sentir el peso de la derrota cerniéndose sobre ellos como una sombra implacable.
Me dirijo a la entrada del castillo, con el sonido de mis pasos resonando en los silenciosos pasillos. Cuando llego al vestíbulo, Caelum ya está allí, imponente como siempre. Su mirada es firme, decidida, pero hay algo en sus ojos que me llama la atención: un entendimiento silencioso que nunca expresa con palabras, pero que siempre está presente.
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