El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 305
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Capítulo 305:
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Antes de que pueda perderme en mis pensamientos, siento el familiar calor de los brazos de Alexander rodeando mi cintura. Es un contacto firme y protector que me ancla al presente. Me atrae hacia él, con movimientos seguros y fluidos, y empezamos a balancearnos al ritmo de la música.
—¿Estás bien, esposa mía? —me pregunta Alexander, con voz baja y cerca de mi oído, y el calor de su aliento me hace estremecer.
Sonrío al instante, con una sonrisa que nace desde dentro, al oír esas palabras. Esposa mía. Hay algo tan especial, tan satisfactorio, en la forma en que lo dice, como si reafirmara en silencio un voto cada vez que las palabras salen de sus labios.
«Estaba preocupada por Caelum. Ha cambiado mucho desde el golpe de Drave, ¿no crees?», pregunto pensativa. Alexander se detiene y puedo sentir cómo me estudia con la mirada, como si sopesara su respuesta.
«Caelum siempre ha llevado todo sobre sus hombros. Tú no lo conocías antes de que tomara la corona: era divertido, despreocupado.
Bueno, solo hay que ver lo que hizo la noche antes de su boda», comenta Alexander con un toque de humor.
Me río de su comentario. Los recuerdos de mi primer encuentro con Caelum hace cinco años se están volviendo más borrosos, pero aún puedo imaginar a un joven príncipe buscando un poco de libertad antes de hacerse cargo de todo un reino.
«No te preocupes, esposa mía», declara Alexander. «Caelum estará bien, ¡estoy seguro!».
Mi corazón se llena de calor al volver a oír esas palabras. Son tan sencillas, pero tan llenas de significado para mí. Levanto la vista hacia él y observo cada detalle: la forma en que sus labios se curvan en una sonrisa tranquila, las ligeras arrugas alrededor de sus ojos, la forma en que me mira como si fuera la única persona en la habitación.
«Repítelo, por favor», le pido con voz suave, casi un susurro, pero llena de una vulnerabilidad que solo Alexander sabe sacar de mí.
Arquea una ceja, con una expresión que oscila entre la diversión y la curiosidad. «¿Repetir qué?».
«Llámame esposa otra vez».
Alexander sonríe, y es el tipo de sonrisa que hace que el tiempo parezca ralentizarse. Se inclina ligeramente, acercando su rostro al mío, hasta que su voz profunda y cargada de emoción llena el pequeño espacio que nos separa.
«Mi hermosa, perfecta y amada esposa», declara, pronunciando cada palabra como un voto, como si el mundo entero pudiera derrumbarse y ese sentimiento permaneciera intacto.
Antes de que pueda decir nada más, me pongo de puntillas y capturo sus labios en un beso. Es un beso lleno de calidez, que transmite todo lo que siento por él, desde la gratitud hasta el amor más profundo. Sus manos se aprietan suavemente alrededor de mi cintura, acercándome aún más, como si nunca quisiera dejarme ir.
Vuelvo a mi asiento en la recepción de la boda de Aria y Alexander con el corazón encogido. Las risas resuenan en el salón, mezclándose con la música que llena el aire con una melodía suave y rítmica. Aun así, todo a mi alrededor parece silencioso. Intento apartar la mirada de la pista de baile, donde Alexander y Aria giran lentamente, con expresiones que irradian auténtica felicidad. Su alegría es casi tangible, algo que debería calentar el corazón de cualquiera que observe la escena. Pero para mí, es como una puñalada en lo más profundo.
Se lo entregué en bandeja de plata. Las palabras de Seraphina aún resuenan en mi mente, incluso después de un mes. Su voz, cargada de desprecio y rabia, sigue atormentándome. Sin embargo, hay una amarga satisfacción al recordar su sorpresa cuando se dio cuenta de que había perdido el control. Fue un triunfo ver a la fría y calculadora reina derrumbarse ante el cambio de rumbo, superada por mi paciencia.
Mi venganza, irónica y sin derramamiento de sangre, debería ser motivo de celebración. Seraphina y mi hermano Drave, ambos encarcelados, representan una victoria incuestionable. Sin embargo, no puedo saborear el triunfo. Hay un vacío que persiste, indiferente a las victorias políticas o personales.
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