El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 303
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Capítulo 303:
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Respiro hondo, tratando de controlar la mezcla de ansiedad y alegría que me embarga. Dejo a Elowen con mi madre por un momento y me dirijo hacia el gran jardín donde está a punto de celebrarse la ceremonia.
El lugar es un sueño. El jardín del castillo es enorme, con árboles imponentes cuyas hojas se mecen suavemente con la brisa marina. El sonido del océano de fondo crea un ambiente natural…
La melodía se mezcla con los elegantes sonidos de los músicos que tocan el violín en perfecta armonía. El pasillo que conduce al altar está decorado con flores en tonos pastel, formando un arco natural que parece sacado de un cuadro.
Cuando llego al principio del pasillo, mi mirada se encuentra con la de Alexander. Está de pie en el altar, esperándome, y por un momento, el mundo entero desaparece. Está guapísimo con su esmoquin azul oscuro y su pelo castaño, siempre rebelde, cuidadosamente peinado hacia atrás. Pero es su mirada la que me deja sin aliento. Hay tanta paz y amor en sus ojos que siento una ola de tranquilidad inundar mi corazón.
Engancho mi brazo al de mi madre y comenzamos a caminar lentamente por el pasillo. Cada paso es pesado por la emoción, como si el suelo contuviera todos los sentimientos que me desbordan por dentro.
—Estoy orgullosa de ti, hija. Por fin vas a ser feliz —me susurra Lyra a mi lado.
«Mamá, ya soy feliz. He sido muy feliz solo con nosotras dos cuidando de los niños. Gracias por ayudarme», le respondo con sinceridad. «Ahora puedes estar tranquila».
Mi madre sonríe y noto que sus ojos se llenan de lágrimas al oír mis palabras. Me entrega a Alexander.
«Cuida bien de mi niña», le pide Lyra con voz entrecortada.
«Lo haré, señora Lyra», responde Alexander.
El oficiante comienza un breve discurso, pero apenas puedo concentrarme en sus palabras. Mi corazón late tan rápido que siento que va a estallar. Cuando Alexander comienza a hablar, su voz suave y llena de amor me envuelve como un abrazo invisible.
«Yo, Alexander Kingsley, prometo amarte, Aria Everhart, para siempre. Más allá de las estrellas, más allá de la luna.
Mi amor por ti es infinito, estaré contigo siempre», declara Alexander con voz dulce y amable.
Cada palabra que pronuncia penetra profundamente en mi alma. No puedo contener la sonrisa que se dibuja en mis labios y siento que las lágrimas amenazan con volver a caer.
«Yo, Aria Everhart, prometo amarte, Alexander Kingsley, cada día hasta el fin de los tiempos. Mi corazón y mi amor son tuyos, para siempre».
«Con todos los aquí presentes como testigos de la unión de Alexander y Aria, ¡os declaro marido y mujer!».
En cuanto el oficiante anuncia nuestro nuevo estado, Alexander me atrae hacia él y me da un beso suave y lleno de promesas. El sonido del océano, el roce de la brisa y los aplausos a nuestro alrededor hacen que el momento sea aún más mágico. Por fin somos uno, y siento que esto es solo el comienzo de algo verdaderamente eterno.
La música que llena el salón de baile es suave, casi etérea, como si las notas flotaran en el aire antes de disolverse. El salón es grandioso, iluminado por docenas de candelabros de cristal que brillan con la cálida luz de las velas. Las voces de la gente hablando y las risas ocasionales se ven amortiguadas por el sonido de la melodía, envolviendo a todos en una atmósfera mágica.
«¿Me concedes este baile, duquesa Aria Kingsley?». Caelum pregunta con voz baja y suave, como si temiera romper el hechizo del momento. Me tiende la mano con elegancia, con sus ojos verdes brillando con una suave intensidad. «Te prometo que no te haré ninguna insinuación, Aria», oigo la voz de Caelum en mi mente.
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