El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 301
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Capítulo 301:
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No pensaba que volvería tan pronto a la prisión de Drave. Seraphina se pasea como si fuera la dueña del lugar, y eso me consume el alma de rabia.
Me mantengo en alerta máxima, vigilando constantemente cualquier movimiento traicionero de Seraphina, listo para huir en cualquier momento.
Cuando finalmente llegamos a la celda de Drave, parece derrotado, sin la arrogancia que vi en él la última vez. Drave está sentado en el fondo de la celda, con los ojos verdes más oscuros que nunca, sin que la luz del sol llegue a la habitación.
—Hermanito, estás realmente desesperado, ¿verdad? —comenta Drave, con voz teñida de débil sarcasmo.
—No tienes ni idea de cuánto, Drave —responde Caelum secamente—. Acabemos con esto.
Caelum tira de Seraphina por el brazo y la coloca delante de la celda. Alexander y yo damos unos pasos atrás.
—Bueno, cuñado, realmente pensé que tenías una oportunidad —dice Seraphina con desdén.
—¡Solo haz el maldito hechizo, Seraphina! —ordena Caelum, con la paciencia claramente agotada. Su voz resuena en las paredes de piedra como un trueno contenido, cargada de autoridad y un toque de agotamiento.
Seraphina suspira dramáticamente, como si el esfuerzo estuviera por debajo de su grandeza. Luego comienza a recitar las palabras del hechizo, y el idioma que utiliza vibra con un tono extraño, una lengua antigua que me produce escalofríos. Al principio, no pasa nada. El silencio, salvo su voz, es opresivo.
Entonces, lentamente, las paredes de la prisión comienzan a cambiar de color, adquiriendo un brillo dorado y pulsante, como si estuvieran vivas. Es como si el espacio que nos rodea fuera repentinamente succionado a otra dimensión. El olor a magia se hace más fuerte, una mezcla metálica y picante que me quema las fosas nasales. Es sofocante y casi embriagador.
De las yemas de los dedos de Seraphina comienza a emerger un rayo de luz dorada que se mueve con elegante amenaza. La energía es palpable, baila en el aire hasta llegar a la celda y finalmente toca a Caelum. Alexander, de pie a mi lado, me agarra con fuerza por los hombros y me acerca a él, como si pudiera protegerme del inmenso poder que llena el espacio.
El rayo envuelve lentamente a Caelum, envolviéndolo como una serpiente dorada. La luz late, un latido vivo que se sincroniza con los latidos de mi propio corazón. Es hipnótico y aterrador. Cuando la luz es finalmente absorbida por el cuerpo de Caelum, parece como si el tiempo se detuviera por un momento.
Seraphina deja de cantar y el entorno vuelve a la normalidad con un suspiro casi audible. Se limpia las manos con indiferencia, un gesto que contradice la magnitud de lo que acaba de hacer.
—Ya está, ya está. Ahora estáis unidos —declara en un tono casi aburrido, como si acabara de completar una tarea trivial.
«Unidos para siempre, hermanito. No mueras ahí fuera, ¿de acuerdo?», comenta Drave con un humor mordaz.
Pero la atención de todos se centra en Seraphina, que, impaciente, exige:
«Ahora, tu parte del trato», ordena Seraphina, con un tono de voz teñido de ansiedad.
Caelum sonríe. No es una sonrisa cualquiera, sino una sonrisa afilada, llena de malicia.
«Oh, sobre eso… los planes han cambiado, esposa». Su tono rebosa ironía y mi respiración se acelera por la expectación. «¡Guardias!».
Desde el oscuro pasillo resuenan pasos y un grupo de más de cinco soldados emerge de las sombras. Rodean a Seraphina, que finalmente pierde la compostura y su expresión se contorsiona en una mezcla de incredulidad y rabia pura.
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