El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 287
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Capítulo 287:
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«Ella dice la verdad, Alexander. Y tú también», dice Caelum con firmeza, su voz grave resonando en la habitación y obligándome a mirarlo con una mezcla de ira y exasperación. Mi mirada podría atravesarlo, pero él permanece imperturbable y continúa: «Yo estaba con Aria ese día. Pasamos todo el día juntos. Probablemente fue Seraphina quien conspiró con mi hermano para mantenerme alejado de la capital. Tú nos viste a Aria y a mí, pero no era ella», explica Caelum. «Seraphina debe de haber usado magia prohibida. Ya lo ha hecho antes, podría haberlo vuelto a hacer».
El silencio que sigue es ensordecedor. Alexander y Caelum se miran fijamente como adversarios en un campo de batalla, cautelosos y fríos. Hay algo primitivo en sus miradas, como si cada uno estuviera evaluando al otro, buscando debilidades. La tensión en la habitación es casi tangible, presionando mi piel como un peso invisible.
Y entonces lo oigo, no son palabras pronunciadas en voz alta, sino los pensamientos de Caelum, claros como el agua, resonando en mi mente.
«Que Alexander la rechace, por favor, que la rechace, para que sea mía».
Mi sangre hierve ante la audacia de su deseo secreto y me obligo a mantener la calma, aunque la rabia es una tormenta en mi interior.
—Alex, no siento nada por Caelum, ya no… —Las palabras salen de mis labios con urgencia, cada sílaba cargada de sinceridad—. Es contigo con quien quiero estar. —Mi mirada busca la suya, suplicándole que vea la verdad, que me crea.
Alexander me mira, su expresión se suaviza. Toma mi mano entre las suyas y la lleva a sus labios. Su beso es delicado, tierno.
«No puedo negar la química y la historia que hay entre vos y él, Aria», dice con voz baja pero llena de sinceridad. «Caelum es el padre de los gemelos, y ahora el vínculo entre un creador y sus convertidos siempre existirá entre vos dos. Solo… necesito acostumbrarme a la idea de tener que compartirte de esta manera».
Quiero argumentar que no hay ningún vínculo con Caelum, que no tiene por qué preocuparse por compartirme porque soy toda suya. Pero las palabras mueren en mis labios, ahogadas por la verdad que Alexander ha dejado tan clara. Caelum y yo siempre estaremos conectados, ya sea a través de los gemelos o del vínculo que ahora existe entre nosotros, algo que nunca podrá borrarse por completo.
Asiento con la cabeza, sintiendo una ola de alivio recorrerme. Las cosas no son perfectas, pero él está aquí y está dispuesto a intentarlo. Eso es lo único que importa ahora.
«Lo importante es que estaremos juntos. Nos casaremos y nadie, nada, te alejará de mí, Alex», declaro con convicción, con la voz firme pero cargada de emoción.
Una tímida sonrisa se dibuja en el rostro de Alexander, y ese simple gesto llena mi corazón de alegría. Es como si la luz hubiera atravesado por fin la oscuridad que nos rodea. Sin pensarlo, me acerco a él y nuestros labios se encuentran.
Alexander se sienta a mi lado en el sofá, su presencia me da estabilidad en medio del caos. La oficina de Caelum, con sus imponentes estanterías llenas de tomos antiguos y artefactos mágicos, resulta sofocante.
Caelum camina de un lado a otro, sus botas resuenan contra el suelo de madera oscura. Cada paso es deliberado y firme, pero hay un trasfondo de inquietud. Parece un lobo enjaulado, consumido por sus pensamientos. La suave luz de la tarde se filtra a través de la gran ventana detrás de él, iluminando su cabello revuelto y resaltando el brillo intenso de sus ojos verdosos.
—Drave dijo que los gemelos podían romper el hechizo que los ataba —murmura Caelum.
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