El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 279
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Capítulo 279:
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«Será mejor que vaya a ver a Thorne y Alexander», murmuro, ahora con voz más baja, casi resignada. Siento que el peso de esta conversación me aplasta y necesito escapar antes de perder el control. «Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?».
Veo la lucha interna que se libra en él, el esfuerzo por mantener una apariencia de frialdad, pero su cuerpo lo delata. Sus hormonas, su olor, incluso la rigidez de su postura revelan el caos interno que intenta reprimir.
«Sí, sí…», responde con voz cargada de frialdad artificial. «Tengo que seguir buscando a Seraphina y forzar la anulación de nuestro matrimonio. Hablaremos más tarde».
La frialdad de sus palabras contrasta fuertemente con la confusión que siento que emana de él. Mis ojos se posan en él durante unos segundos más, captando cada detalle, antes de darme la vuelta, lista para salir de la habitación. El peso de la realidad es casi insoportable, pero la necesidad de proteger a mis hijos y estar al lado de Alexander me impulsa a seguir adelante.
—¿Qué quieres hacer? —gruñe Caelum, y su voz resuena en la habitación. Su postura rígida y sus puños apretados muestran claramente que mi propuesta lo ha inquietado.
—Quiero reunirme con tu hermano —repito con más calma, tratando de controlar la tormenta que se avecina en mi interior. El espacio que nos rodea está impecablemente organizado, pero desprende una frialdad que me irrita. Es una habitación grande, adornada con cuadros que representan paisajes de Veridiana y símbolos de poder. El enorme escritorio de madera está abarrotado de documentos y el sonido del ordenador trabajando de fondo resuena en mis oídos, un zumbido molesto que no puedo ignorar. Cuando era humana, esos sonidos habrían pasado desapercibidos, pero ahora, con mis sentidos agudizados, todo parece amplificado, casi insoportable.
—Drave es peligroso, Aria. No creo que sea prudente que lo veas —responde Caelum, con voz cautelosa.
Suelto un suspiro de exasperación, tratando de contener la irritación que hierve bajo la superficie. Ser licántropa durante casi dos semanas ha sido una prueba en todos los sentidos. Mi temperamento, antes controlado, ahora parece a punto de estallar en cualquier momento. Es como si una tormenta constante rugiera dentro de mí, amenazando con desatarse con cada provocación. Pero lo peor es la angustia. La imagen de Alexander y Thorne, aún en estado crítico, con sus vidas pendiendo de un hilo, consume mis pensamientos. Cada día sin mejoras es como una puñalada más.
—Alexander se está muriendo, Caelum. —Mi voz suena más dura de lo que me gustaría, pero la urgencia me consume—. Seraphina sigue libre. Thorne no puede esperar, aunque sus signos vitales estén mejorando. La única persona que puede orientarnos es tu hermano, que está encerrado. Lo más prudente ahora es ir a verlo y obtener cualquier información. Cualquier cosa.
Mis ojos buscan los suyos, buscando algo, cualquier cosa, que me diga que entiende mi posición. Sus ojos verdes brillan como un bosque a la luz del sol, pero ahora hay algo más en ellos, algo que intenta ocultar.
—Aria… —Mi nombre resuena en su mente, sin que él pronuncie una sola palabra. El peso de su tono me golpea como una ola, llena de dolor y emociones que no quiero sentir. Esta conexión mental que he desarrollado con Caelum, esta ventana a sus pensamientos, es una maldición que me persigue cada segundo.
Cierro los ojos por un momento, tratando de bloquear el sonido de su voz en mi mente. Intento concentrarme en el presente, en el sonido de mi propia respiración, en el sutil aroma a madera de la oficina que se mezcla con el perfume amaderado que emana de Caelum. Pero nada ayuda. Sus pensamientos siguen invadiéndome, constantes y abrumadores.
He estado evitando cualquier contacto directo con él por eso. Es una invasión que no he pedido, algo que no quiero. Sus pensamientos son confusos, llenos de sentimientos que no puedo corresponder, por mucho que él intente ocultarlos. El amor que siente por mí flota en el aire entre nosotros, pero para mí es solo un peso añadido, una responsabilidad que no puedo asumir en este momento.
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