El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 278
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Capítulo 278:
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Caelum abre la boca para decir algo, pero lo interrumpo, con la mente volviendo a lo que realmente importa.
«¡Dime dónde están mis hijos! ¿Qué le ha pasado a Thorne?». Mi voz se eleva, mi corazón vuelve a acelerarse y siento cómo la ira y el miedo se entremezclan en mi pecho. No quiero más acertijos ni explicaciones sobre leyendas antiguas. Quiero respuestas. Quiero saber si mis hijos están a salvo. Quiero entender qué me está pasando.
La mirada de Caelum cambia. Vacila y algo en su postura me dice que está buscando las palabras adecuadas para responder. Pero mi paciencia se está agotando y siento que, si no habla ahora, mi propia fuerza, esa nueva y aterradora fuerza que no puedo controlar, exigirá las respuestas que necesito.
—¿Qué le ha pasado a mi hijo, Caelum? Mi voz suena cargada de ira, casi un gruñido, como si cada palabra fuera una chispa de fuego que me quemara la garganta. Siento que mis músculos se tensan, como si estuvieran a punto de estallar en acción.
Caelum vacila, su expresión revela una lucha interna que no puede ocultar. Aprieta la mandíbula por un momento antes de hablar finalmente, cada palabra cargada de tensión. Explica, con una calma forzada, el vínculo que Drave creó con las vidas de los gemelos. Sus palabras se convierten en afiladas espadas en mi mente. También revela el estado crítico de Alexander, cada detalle añadiendo un nuevo peso a mis hombros. Es como si el suelo bajo mis pies se desmoronara. Mi mente grita, mi corazón late demasiado rápido, casi con dolor. El aire a mi alrededor se vuelve…
Más denso, como si la propia atmósfera conspirara para aplastarme. La ira surge, una fuerza abrumadora que me llena por completo, ardiendo como magma a punto de entrar en erupción.
—¡Hay que detener a esa zorra de tu compañera, Caelum! —grito, con una voz que atraviesa el espacio como un trueno—. ¡Casi mata a mis hijos y a mi prometido!
Mis ojos arden de frustración y furia mientras miro a Caelum. Él levanta una ceja, con expresión confusa, casi como si no estuviera seguro de lo que acaba de oír. Su respiración cambia, se vuelve más pesada, y noto la tensión en sus músculos.
—Aria, ¿no te acuerdas? —pregunta, y hay algo más en su voz, una preocupación que me incomoda. Frunzo el ceño y siento cómo la confusión crece dentro de mí—. El día del ataque, tú y yo… viniste a mi hotel. Nos acostamos juntos y…
Deja la frase sin terminar, las palabras mueren en sus labios, pero su intención resuena con tanta fuerza que mi mente grita incrédula. Antes de que pueda protestar, aparecen imágenes claras, pero no provienen de mi memoria, sino de Caelum, de su mente. Es como si alguien hubiera colocado un espejo dentro de mi mente, reflejando algo que nunca viví, pero que siento como si fuera mío. Veo, con inquietante claridad, a los dos juntos en un sofá, con los cuerpos entrelazados, consumidos por algo tan visceral que me hace estremecer.
—Caelum… —murmuro, con una mezcla de incredulidad e irritación en la voz—. No sé de qué estás hablando. No te he visto desde la playa.
Mis ojos buscan los suyos, tratando de encontrar alguna explicación lógica a lo que está diciendo.
—Amo a Alexander —declaro con firmeza, como si se lo dijera tanto a él como a mí misma—. Y quiero casarme con él.
Las palabras salen de mi boca como un golpe, y veo el impacto que tienen en Caelum. Su corazón se acelera, un sonido rítmico y frenético que resuena en mis oídos, más fuerte de lo que debería. Se le corta la respiración, como si estuviera reteniendo el aire para evitar que algo se escape. Intenta disimularlo, intenta mantener la compostura, pero no puede ocultármelo. Cada latido de su corazón, cada microexpresión de su rostro, incluso el aroma que emana de él, todo revela sus verdaderas emociones.
¿Así es como me ve él? ¿Tan transparente? Es insoportable que me lean así, como si no hubiera ningún lugar donde esconderme.
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