El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 276
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Capítulo 276:
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Un aullido desgarrador se escapa de mi garganta, algo animal, algo que no reconozco como mío. Mi mente se inunda con una visión vívida: un lobo con pelaje mixto, negro con rayas plateadas, con los ojos brillando como brasas. Me mira fijamente, una figura majestuosa y aterradora, y luego, de repente, todo se queda en silencio. El mundo se detiene.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, todo es ruido, todo es luz. El silencio ha sido sustituido por una cacofonía ensordecedora. Los colores del entorno que me rodea son tan vivos que parecen gritar. No puedo enfocar la vista en nada; todo está en movimiento, todo late. Mi respiración es irregular, entrecortada, y me invade una sensación de pánico creciente.
«¡Aria! ¡Aria!». Una voz me llama, muy cerca, pero demasiado fuerte, como si se amplificara directamente dentro de mi cabeza.
El sonido envía una ola de dolor a través de mi cuerpo. Mis piernas se doblan y caigo al suelo, agarrándome el cuerpo en un intento de protegerme de la intensidad que me rodea.
«Aria, cálmate. ¡Soy yo, Caelum!».
Reconozco la voz, pero es demasiado fuerte, como un trueno que estalla en mi cráneo. Al mismo tiempo, un olor fuerte invade mis fosas nasales. Es abrumador, imposible de ignorar. Una mezcla de antiséptico, sudor, sangre y algo indescriptible, algo metálico y denso.
«¿Qué es ese olor?», gruño, sorprendida por el sonido grave y ronco de mi propia voz. Me duele la garganta, como si no estuviera acostumbrada a usarla así.
Estoy acurrucada en un rincón de la habitación, con las manos intentando en vano ahogar los sonidos, los olores, las luces. Cada movimiento, cada respiración, todo es demasiado intenso y no puedo procesarlo.
Oigo pasos que se acercan y la amenaza implícita me hace encogerme aún más. Ahora me tapo los oídos con las manos, tratando de bloquear el sonido, pero es inútil.
«Aria, concéntrate en los latidos del corazón», me insta Caelum. Su voz es como un trueno que resuena directamente en mi cabeza. «Ignora todo lo demás. Concéntrate solo en eso. Encuentra el ritmo».
Aprieto los ojos con fuerza, intentando hacer lo que me pide, pero es casi imposible. El sonido de su respiración, el pitido de algún equipo, otras voces de fondo… todo me bombardea. Respiro profundamente, o lo intento, y trato de aislar un solo sonido en medio del caos.
Y entonces lo encuentro. Es débil, pero está ahí. Un latido rítmico, acelerado pero constante. No es el mío; el ritmo no coincide con mi respiración errática. Es el sonido del latido del corazón de Caelum. Mi mente comienza a calmarse, o al menos a ralentizarse, mientras me concentro en ese único sonido.
«Por los dioses, ¿he cometido un error?». Oigo un susurro que proviene de él, pero parece estar justo al lado de mi oído, aunque su boca no se mueve.
—¿Aria? ¿Me oyes? ¿Estás bien? —dice Caelum, con la voz más cercana ahora, todavía fuerte, pero no tan insoportable. Siento que me toca con la mano y me echo hacia atrás de nuevo. Por fin, levanto la cara para mirarlo.
«¡Ha sobrevivido a la mordedura! Es increíble…», murmura Caelum, pero, una vez más, sus labios no se mueven.
—¿Me has mordido? —pregunto, asustada.
Mi mirada se posa en mi brazo, donde un dolor punzante llama mi atención. Veo una marca de mordisco profunda, con el contorno claramente definido, todavía fresca y enrojecida.
Caelum me mira, con una expresión que mezcla sorpresa y culpa.
«Yo… no sabía qué más hacer. Era la única forma de salvarte y no pensé que funcionaría», responde Caelum, angustiado.
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