El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 275
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Capítulo 275:
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Me siento en paz, una paz que casi había olvidado cómo sentir. Pero la ilusión de la eternidad comienza a desvanecerse cuando el susurro de los árboles cambia, trayendo consigo un nuevo sonido, presagio de algo que se aproxima.
En el horizonte, una tenue luz comienza a surgir, como los primeros rayos del amanecer pintando el cielo. El brillo creciente atraviesa las sombras, envolviendo el claro en un sutil resplandor. Mi padre se levanta lentamente, con la misma calma de siempre. Su presencia sigue siendo sólida, pero hay algo en sus ojos que me advierte de lo que está por venir.
«Creo que tendrás que elegir, mi pequeña luna…», anuncia mi padre de repente. Se aleja de mí y se dirige al lado opuesto, donde se oye el ruido del bosque. Yo también me quedo de pie, paralizada, sin entender lo que está pasando.
Al otro lado del fuego, entre los árboles, el susurro se intensifica. De repente, aparece Caelum. Su aspecto me sobresalta; parece agotado, casi irreconocible. Su ropa está rota, colgando en jirones de su cuerpo. Tiene la cara sucia, con manchas de hollín y sangre seca. Es como si hubiera atravesado una tormenta para llegar hasta aquí.
«¡Por fin te encontré!», exclama con voz cargada de alivio y desesperación. Hay algo casi salvaje en sus ojos, una mezcla de urgencia y determinación. «Ven, tenemos que irnos», añade, pero no da un paso hacia mí. Solo extiende la mano, como si ese gesto bastara para salvar la distancia que nos separa.
Mi mirada oscila entre él y mi padre, que permanece inmóvil, sereno, con la mano también extendida.
«¡Tienes que elegir, mi pequeña luna, entre nosotros dos!», dice papá con una calma que me inquieta.
Mi corazón se parte en dos. No sé adónde ir, no sé qué elegir. Por un momento, me quedo paralizada, atrapada entre las dos figuras que representan mundos completamente diferentes para mí.
Pero entonces, un sonido me golpea como un rayo. Es la voz de Thorne, seguida de la de Elowen. Me llaman por mi nombre, sus voces resuenan en el aire. Es débil, distante, pero suficiente para romper la indecisión que me mantiene cautivo.
«Estaré aquí, esperándote, mi pequeña luna», dice papá con ternura antes de desaparecer en la oscuridad del bosque.
Corro hacia Caelum y él se acerca a mí. Nuestras presencias parecen chocar en el centro del claro, rodeadas por el calor del fuego y la intensidad del momento.
«No sé si esto funcionará. Pero, por favor, vuelve conmigo. Te necesito, Aria. ¡Te quiero!», declara Caelum con la voz quebrada por la desesperación.
Me quedo allí, sin entender lo que dice. Sus manos se acercan a mi cara y, por un momento, creo que va a besarme. Pero, en lugar de eso, Caelum presiona sus labios contra mi cuello, en el lado donde está mi marca de nacimiento. Me muerde. El dolor es insoportable.
Mi cuerpo arde por completo, como si un fuego líquido corriera por mis venas, latiendo con una intensidad insoportable. Siento que mis venas burbujean, un calor monstruoso se extiende por cada célula, cada fibra de mi ser. Es como si mi piel fuera una prisión, incapaz de contener lo que crece dentro de mí. Mis huesos comienzan a romperse, cada crujido envía un dolor que reverbera por todo mi cuerpo, haciendo que mi corazón se acelere, casi hasta el punto de explotar. Quiero gritar, quiero correr, quiero desaparecer de esta agonía, pero nada de eso sucede. Estoy atrapado dentro de mí mismo, un espectáculo de destrucción que no puedo detener.
Mi mente se hace añicos, los fragmentos se esparcen como cristales rotos, todo se distorsiona. Los colores a mi alrededor vibran en tonos irreales, los sonidos se vuelven demasiado fuertes, ensordecedores, y ya no sé qué es real. Mi columna vertebral parece romperse en dos, un crujido brutal resuena en mi espalda y luego siento que algo me desgarra la piel. Es como si algo estuviera naciendo, algo extraño y monstruoso.
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