El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 270
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 270:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
No porque sea mi enemigo, sino porque me doy cuenta de que está más allá del control de cualquiera. Más allá del control de Drave. Más allá del mío. Es más que un simple rey o guerrero. Es una fuerza de la naturaleza, y Drave, con toda su manipulación, puede haber desatado algo que ya no puede detener.
Antes de que Caelum pueda volver su atención hacia mí y mi relación con Drave, huyo de la sala del trono tan rápido como puedo. Su lucha fue brutal, feroz, como un choque de titanes. No quiero formar parte de ello, es demasiado peligroso.
Antes de que Caelum pueda siquiera mirarme, aprovecho la oportunidad y corro, alejándome lo más posible del caos de la sala del trono. Mi mente va a toda velocidad, calculando cada movimiento mientras mis pies casi se deslizan por el frío y desgastado suelo de piedra del castillo. Los rugidos de Caelum y los sonidos de su salvaje batalla con Drave resuenan por los pasillos, una cacofonía de carne chocando contra carne, gruñidos feroces y estallidos de magia que parecen sacudir toda la estructura. Su lucha es titánica, salvaje, un encuentro de fuerzas de la naturaleza, y sé que no tengo cabida allí. Es un nivel de destrucción y poder que podría consumirme en un instante.
Mi respiración es pesada, pero controlada, el sonido de mis propios pasos amortiguado por los gritos y aullidos que se extienden por la fortaleza. Puedo sentir cómo la barrera protectora del castillo se debilita, como una red mágica que se deshace hilo a hilo. El ejército de Caelum, con su fuerza abrumadora y su estrategia impecable, está derribando cada línea de defensa con brutal eficacia. Pronto, los rebeldes de Drave estarán acorralados, capturados o muertos.
No soy un guerrero, nunca lo he sido. Mi fuerza siempre ha estado en las palabras y los hechizos, en los juegos de manipulación y los secretos susurrados en la oscuridad. No tengo intención de ser…
De verme envuelto en este caos, en este ciclo de violencia que se ha convertido en el legado de Veridiana. Es demasiado peligroso y, francamente, no vale la pena.
Llego al pasillo que conduce al sótano del castillo, un pasadizo secreto que conozco mejor que nadie. Con cada paso, siento el débil zumbido de la magia en las piedras que me rodean, ecos de los hechizos que he lanzado aquí innumerables veces. Este sótano no es solo una habitación olvidada, es mi santuario, mi altar de magia.
Cuando por fin entro en el cavernoso espacio, me invade una sensación de familiaridad. Mis manos se mueven casi instintivamente, trazando símbolos en el aire, activando los hechizos que necesito para salir de esta pesadilla.
«Es hora de volver a casa», murmuro para mí mismo, y mi voz resuena suavemente en la habitación. No hay nadie aquí para oírla, pero el sonido parece calmar mis nervios.
El portal comienza a tomar forma ante mí, un círculo pulsante de energía que brilla con una luz intensa y vibrante. Los bordes se ondulan como el agua atrapada por el viento, pero el centro es sólido y muestra una visión clara de lo que hay al otro lado: mi antigua habitación en el castillo de Syltirion, el hogar que dejé atrás hace tanto tiempo.
Mi deseo de acabar con la vida de Drave recorre mi cuerpo como un veneno, quemando cada fibra de mi ser con una intensidad casi insoportable. El odio corre por mis venas, alimentado por la visión de mi hermanastro tendido ante mí, con esa sonrisa maníaca aún pegada a su rostro ensangrentado. Él es la encarnación de todo lo que desprecio, de todo lo que amenaza a mi familia y a mi reino.
«¿Qué vas a hacer, hermanito?», se burla, escupiendo palabras mezcladas con veneno y sangre. Tiene el rostro hinchado y cubierto de moretones, pero la arrogancia de sus ojos carmesí brilla más que nunca. «¿La muerte o la vida? ¿El sacrificio de un bastardo o el egoísmo de un padre?».
Sus palabras me golpean como un puñetazo, destrozando mi compostura. Un rugido se escapa de mi garganta antes de que me dé cuenta, resonando en la sala del trono como un trueno.
«¡Cierra tu maldita boca!», ordeno, con la voz resonando como si estuviera forjada en acero en bruto. Mis puños se mueven antes de que mi mente pueda detenerlos, y el impacto de mi puñetazo es tan fuerte que siento cómo los huesos de su cara se rompen bajo mi fuerza. Drave se derrumba como un peso muerto, inconsciente pero aún con vida.
.
.
.