El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 264
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Capítulo 264:
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«¿No lo harías? Ya lo has besado dos veces, ¿recuerdas? Quizás la palabra «nunca» es un poco exagerada para ti, Aria», replica, con la voz cargada de un resentimiento que no reconozco.
Siento que mi corazón se rompe con sus palabras. Me pican los ojos y las lágrimas amenazan con derramarse.
«No estás siendo justo», digo con voz temblorosa, pero firme. «Ya te pedí perdón por eso. ¡Ayer no estaba con Caelum!».
Pero él niega con la cabeza como si mis palabras no significaran nada. Sus ojos, antes tan cálidos y acogedores, ahora son fríos e inflexibles como el hielo.
«¡Sé exactamente lo que vi, Aria!», responde con una voz cargada de una certeza que me deja paralizada.
Me acerco, tratando de llegar a él de alguna manera, de cualquier forma, para romper el muro que está construyendo entre nosotros.
«¿De verdad? Porque estoy aquí delante, diciéndote que no besé a Caelum ayer ni ningún otro día. ¿Eso no significa nada para ti?», le pregunto, incrédula.
Cruza los brazos, con una postura rígida y defensiva, como si se protegiera de mí. Y es entonces cuando me doy cuenta, con un peso en el pecho, de que está completamente convencido de lo que cree haber visto.
Observo cómo Caelum abandona la ciudad costera, su figura desapareciendo por la carretera en medio del caos provocado por el golpe de Drave. Me pregunto qué estará pasando por su mente, si la humillación de perder el trono a manos de su bastardo hermano es mayor que el miedo a enfrentarse a una guerra que claramente no sabe cómo ganar. El mundo parece girar en torno a este caos, y en cada esquina, en cada voz susurrada o gritada, solo hay un tema: el golpe.
Veo las noticias con una sonrisa maliciosa en los labios, una admiración perversa por la habilidad teatral de Drave. Sabe cómo montar un espectáculo. Cada detalle de la invasión fue meticulosamente calculado, desde las devastadoras explosiones hasta la poderosa imagen de Isolder arrodillada ante él, con el rostro marcado por el terror y el orgullo destrozado.
En el momento en que Drave desafió a Caelum con Isolder de rodillas, mi corazón se aceleró, pero no por miedo, sino porque una euforia embriagadora se apoderó de mí. Esa mujer… por fin está pagando por su arrogancia. Isolder, una zorra egoísta, cruel y fría, se merece cada gota de humillación que Drave le está haciendo pasar. Y si yo estuviera allí, me aseguraría de multiplicar su dolor. Imaginarla retorciéndose bajo mi control me produce una satisfacción enfermiza.
Pero ahora, Caelum está lejos. Lejos de Aria. Lejos de los gemelos. Lejos de su trono. El momento perfecto para actuar. El caos que ha envuelto la capital ha dejado a Aria vulnerable, desprotegida, sin salida.
Llego al barrio donde se esconde, un lugar patéticamente tranquilo para alguien rodeado de tantos peligros. Las calles están silenciosas, solo se oye el ocasional sonido de una bicicleta infantil o el susurro del viento entre los árboles. Miro a mi alrededor con desdén. Qué irónico que viva en un lugar tan mundano mientras el mundo exterior está en llamas.
Entonces, algo llama mi atención. Ahí están, Aria y Alexander, discutiendo en la acera frente a la casa. Mis ojos se fijan en ellos, absorbiendo cada detalle del enfrentamiento. La tensión es palpable, incluso desde la distancia. El tono elevado de sus voces llega a mis oídos, pero las palabras son difíciles de distinguir. Sin embargo, no necesito oírlas para entender. Veo la rabia en el rostro de Alexander, sus gestos amplios e impacientes. Aria, por su parte, parece estar a la defensiva, con los ojos muy abiertos y las manos moviéndose como si intentara justificar algo, explicarse.
Me permito saborear la escena por un momento, inclinando ligeramente la cabeza mientras una sonrisa fría se dibuja en mis labios.
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