El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 260
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Capítulo 260:
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Después de mi visita a la hechicera, me reúno con varios contactos en el mercado clandestino para preguntarles por Seraphina y si la han visto por allí. Las reacciones son variadas: algunos me miran con recelo, mientras que otros asienten en silencio, sabiendo que es mejor…
Cooperar que enfrentarse a mí. Les ordeno que investiguen todas las rutas y puntos de suministro que podría utilizar una hechicera como Seraphina. No puede haber desaparecido por completo, no con su ambición. Seraphina necesita un lugar donde practicar su magia y fortalecer su fuerza vital. Hay muchos lugares olvidados y ocultos, fuera del alcance de los licántropos, donde podría estar escondida.
A medida que la información comienza a salir a la luz, una idea se forma en mi mente, como una sombra que poco a poco va adquiriendo contornos definidos. Seraphina busca el poder, de eso no hay duda. ¿Y quién mejor que Drave para ser su aliado perfecto en un plan de venganza y conquista? Es un exiliado, un traidor que odia a Caelum tanto como ella. Una alianza entre ellos tiene mucho sentido. Es la jugada más estratégica y peligrosa que podría hacer.
La revelación me golpea como un rayo. Hemos estado dividiendo nuestros esfuerzos de forma imprudente, cada uno centrado en un enemigo específico, mientras ignorábamos lo obvio: Drave y Seraphina podrían estar trabajando juntos. Esta posibilidad me impulsa a actuar con urgencia.
Decido volver al lugar donde se aloja Caelum. Cuando finalmente llego a su hotel, algo inusual llama mi atención incluso antes de cruzar la calle. Un aroma. Un aroma familiar e inconfundible. Aria. Su perfume es una mezcla de notas dulces y frescas, algo que siempre me inquieta. No esperaba encontrarla aquí. ¿Habrá venido a hablar con él sobre los niños? Es una conversación que debería haber tenido lugar hace mucho tiempo. A pesar de la tensión entre ellos, necesitan resolver esto.
Pero al mirar más de cerca, veo algo que me paraliza. Ahí está, de pie fuera del hotel, junto a Caelum. Están cerca. Demasiado cerca. Mi visión se estrecha, cada detalle se agudiza con cruel claridad. La forma en que él la abraza es casi protectora, íntima. Es más que un gesto casual, es algo que revela emociones profundas. Románticos. Mi corazón se acelera, pero no es solo eso. Aria inclina la cabeza hacia él y entonces sucede. Caelum la besa. Profundamente. No es un beso vacilante o inseguro. Es un beso que parece contenerlo todo: deseo, anhelo y, sobre todo, algo que no quiero reconocer: pasión.
Mi cuerpo se tensa. Todos mis músculos se paralizan mientras mis ojos permanecen fijos en la escena. Intercambian caricias suaves, pequeños gestos que solo profundizan el abismo que se abre dentro de mí. Cuando Caelum le sonríe y ella le responde con esa sonrisa, la que me ha desarmado tantas veces, siento que algo se rompe dentro de mí. Es como si me hubieran arrancado todo el aire de los pulmones.
Finalmente, Aria se aleja de él, a regañadientes, pero con un brillo en los ojos que no puedo ignorar. Se sube a un elegante coche deportivo negro, el motor ronronea suavemente antes de que ella…
Desaparece de mi vista. Me quedo paralizado, como si mis piernas se negaran a moverse. El silencio a mi alrededor es ensordecedor, solo roto por el sonido de mi corazón, que late de forma errática y dolorosa.
Mi mente se sumerge en una tormenta de emociones: ira, tristeza, traición. ¿Cómo ha podido hacerlo? ¿Cómo ha podido mirarlo así? ¿Por qué? Las preguntas martillean mi mente, pero ninguna tiene respuesta. Solo queda un dolor creciente e implacable, como si el suelo bajo mis pies se desmoronara y me tragara en un vacío de desesperación.
Sentir a Aria a mi lado es como respirar por fin después de estar sumergido durante demasiado tiempo. La ligereza que inunda mi pecho es embriagadora, una felicidad tan completa que casi duele. Cada sonrisa que me dedica, cada roce de sus dedos sobre mi piel, reafirma lo que siempre he sabido: ella es mía, como debía ser desde el principio, como si el universo hubiera corregido un error grotesco.
Sentado en el sofá, la observo recoger el vestido tirado en el suelo, un vestigio de la pasión que nos consumió hace unos momentos. Se mueve con rapidez, pero hay una gracia en sus movimientos que me hipnotiza. La suave luz del exterior, filtrada a través de las ventanas del hotel, ilumina su cabello castaño con un brillo casi etéreo.
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