El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 220
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 220:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Mi único pensamiento es llegar al castillo. Cada ráfaga de viento es como una bofetada, un cruel recordatorio de que mi plan, cuidadosamente elaborado durante meses, se está desmoronando ante mis ojos. Cuando por fin diviso las torres del castillo en la distancia, aumento la velocidad y mi pequeño y ligero cuerpo corta el aire como una flecha.
En cuanto llego a mi habitación, me lanzo por la ventana abierta y aterrizo suavemente en el suelo con un ligero golpe. La transformación de pájaro a humano es instantánea, y la incomodidad del cambio me recorre los huesos, pero no tengo tiempo para sentir el dolor. Respiro hondo, luchando contra la tormenta de emociones que amenaza con consumirme. La ira, la frustración, la sensación de traición… Todo bulle dentro de mí como lava a punto de explotar. Pero no puedo rendirme. Ahora no. Mis días en el palacio están contados y, si quiero sobrevivir, si quiero ganar, tengo que actuar rápido.
Mis dedos tiemblan mientras me muevo rápidamente, cogiendo todo lo que necesito. No puedo dejar nada atrás. Cada objeto de la mazmorra es vital para lo que está por venir. No importa que mi plan se haya ido al traste, todavía hay tiempo para reorganizarme y cambiar el rumbo a mi favor.
Salgo de la habitación y recorro los pasillos del castillo con pasos rápidos y decididos. El calabozo es frío y húmedo, el olor a tierra mojada se mezcla con el aroma metálico de la magia que flota en el aire. No hay tiempo para dudar. Cierro los ojos y recito el hechizo de teletransportación, con voz baja pero llena de poder. Los grimorios, las pociones y los artefactos comienzan a desaparecer, uno a uno, hacia un lugar seguro que ya he preparado. Cada objeto que desaparece es un recordatorio de todo lo que aún tengo que hacer, de todas las batallas que me esperan. Mi mente va a toda velocidad, mis pensamientos se agolpan en busca de soluciones. No hay tiempo para arrepentirse.
Syltirion. La idea de regresar a mi tierra natal cruza por mi mente, como un breve respiro de alivio temporal. Pero rápidamente descarto la idea. Allí, la magia está muriendo, se escapa entre los dedos de mi pueblo como arena fina. Sin magia, no soy nada. Mi reino no es nada. No puedo permitirme huir allí ahora. Todavía necesito mis poderes para capturar de nuevo a los hijos de Caelum. Y para eso, necesito aliados. Necesito a Karin.
En cuanto termino en el calabozo, salgo corriendo del castillo. Me dirijo al lugar donde se aloja Karin. Él es el único que puede ayudarme ahora. O, al menos, el único que no me hará preguntas.
Entro sin ceremonias, pero no está allí. El espacio vacío parece hacerse eco de mi frustración. Su ausencia es como un golpe, pero también una oportunidad. Finalmente, dejo salir todo lo que he estado conteniendo. Grito. Me revuelvo. Aprieto los puños y golpeo las paredes, mi magia estalla en chispas incontrolables que dejan pequeñas marcas en el suelo de madera. Cada maldición que sale de mi boca lleva el peso de mi ira y mi impotencia.
¿Cómo pueden los dioses abandonarme así? He estado buscando la mejor manera de salvar mi reino, he sido una esposa leal, he intentado cumplir con mi deber dando un heredero para él y para mi pueblo, que cada día pierde más poderes. ¡Y nada es suficiente, nada es suficiente!
Mis rodillas finalmente ceden y me derrumbo en el suelo, con el rostro oculto entre las manos. Las lágrimas, calientes y furiosas, caen sin permiso, una confesión silenciosa de todo lo que he estado reprimiendo. Por mucho que odie admitirlo, estoy cansada. Cansada de luchar, de planear, de sacrificarlo todo por un reino que se me escapa de las manos. Pero no puedo parar. No puedo rendirme. Por mucho que el mundo parezca estar en mi contra, hay una parte de mí que se niega a aceptar la derrota.
«Seraphina, ¿qué ha pasado?», aparece de repente Karin, mirándome con expresión sorprendida.
.
.
.