El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 22
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Capítulo 22:
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No se oye nada, salvo el eco de mis propios pasos en los desolados pasillos de la parte abandonada del castillo. Cada sonido reverbera contra las paredes de piedra, creando una sinfonía solitaria y fantasmal que no hace más que amplificar el aislamiento del lugar. La sensación de estar siendo observada me persigue como una sombra inquietante, obligándome a mirar atrás repetidamente para asegurarme de que no me siguen. Cada piedra parece estar impregnada de recuerdos: recuerdos de los innumerables hechizos lanzados, las transgresiones que cometí en nombre de la magia prohibida, las numerosas promesas hechas en el calor de la oscuridad.
A medida que me acerco a la mazmorra, el peso de mis responsabilidades y decisiones se hace más tangible, casi abrumador. La cerradura mágica que coloqué en la entrada permanece intacta, con sus cadenas brillando suavemente con la luz mágica que emana del interior. Para cualquiera que no sea una hechicera, esta mazmorra no es más que un espacio abandonado, olvidado por el tiempo y la necesidad. Pero para mí es un santuario, un lugar donde puedo ser yo misma, donde la fachada que construí como esposa de Caelum se desmorona, revelando mi verdadera naturaleza: una hechicera moldeada por el poder y la necesidad.
Después de casarme con Caelum, me di cuenta de que necesitaba un punto fijo, un lugar donde pudiera ejercer y nutrir mi lado místico. Los hechizos de luz, como el camuflaje y los encantamientos menores que consumen poca energía vital, se pueden realizar en cualquier lugar, sin mucha preparación. Pero para algo tan complejo y peligroso como los Shifters, la magia prohibida que desafía las leyes naturales, necesito un santuario. La mazmorra, con sus gruesos muros y secretos ocultos, es perfecta para eso. A su alrededor, instalé intrincadas alarmas mágicas, redes protectoras que impiden que cualquier intruso se acerque sin mi conocimiento. Para los humanos, el lugar parece encantado, una fuente de angustia inexplicable que los mantiene a raya, como si el aire que lo rodea estuviera cargado de muerte y desesperación.
Entro en la mazmorra y respiro hondo, aliviada por la familiar y reconfortante sensación de la magia que fluye por el espacio como un río tranquilo, envolviéndome en su corriente. Es como volver a casa, un lugar donde me comprenden, donde no tengo que fingir. Las luces se encienden automáticamente al pasar, proyectando un suave y cálido resplandor que ilumina los rincones oscuros de la mazmorra. Algunos de los objetos encantados que guardo aquí se agitan ligeramente con mi presencia, como si me saludaran, celebrando mi regreso. Pequeñas chispas de magia bailan en el aire, arremolinándose a mi alrededor, creando una atmósfera de expectación y poder latente.
Camino hacia mi biblioteca privada, donde filas de libros antiguos y prohibidos descansan en estantes de madera desgastados. Cada uno de estos libros es una fuente de poder, pero hay uno en particular que estoy buscando, uno que lleva el peso de generaciones de hechiceras, el más pesado y prohibido de todos: el Códice Sangriento.
Pocos han tenido la oportunidad de tocar este antiguo tomo, y aún menos han sobrevivido a su lectura. Mi madre me entregó este libro el día de mi boda, un oscuro regalo que simbolizaba la esperanza de nuestro linaje: que yo pudiera salvar nuestro reino a través de mi unión con Caelum. Pero la esperanza, al igual que la magia, tiene un precio, y cada vez soy más consciente de ese precio.
El libro en sí es una obra de arte macabra. La cubierta, hecha de cuero oscuro que casi parece negro, palpita con energía propia, como si estuviera vivo, respirando. El cuero está manchado con tonos rojos intensos, casi como si hubiera sido empapado en sangre durante siglos, lo que le da al libro un aspecto siniestro y palpitante. A lo largo de los bordes de la cubierta, cadenas de plata envejecidas se entrelazan en complejos diseños, representando runas antiguas y sellos protectores, símbolos que solo una hechicera sería capaz de descifrar. El título del libro está grabado en la cubierta con letras rústicas, talladas directamente en el cuero con un sutil brillo rubí, como si las palabras hubieran sido escritas con sangre seca. En el centro de la cubierta hay un símbolo en relieve: una gota de sangre, intrincadamente detallada, que parece a punto de gotear por la cubierta, como si estuviera viva.
El cierre del libro es una obra maestra de brutalidad y simbolismo. Hecho de metal pesado, está decorado con pequeñas calaveras y huesos, que recuerdan el poder mortal que contiene el tomo. El cierre parece exigir un pacto de sangre para ser abierto, con una pequeña hoja incrustada, lista para hacer el corte necesario.
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