El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 202
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Capítulo 202:
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«Desde que volví, no he dejado de hablarte de casarnos, y lo quiero de verdad. Quiero ser tuyo para siempre, y que tú seas mía para siempre, unidos, y no hay nada que desee más para los dos, Aria…», continúa Alexander. «Te quiero y pasaré el resto de mi vida demostrándotelo. ¿Quieres ser mi esposa?».
Su voz es tan tranquila y, al mismo tiempo, tan llena de emoción, llena de amor, llena de verdad. Mis ojos se fijan en el símbolo del amor de Alexander por mí, el anillo de compromiso que lleva todas las promesas y declaraciones que me ha hecho.
Si me pongo ese anillo, si acepto su propuesta sin decirle la verdad, sin confesarle nada, nos estaré uniendo eternamente con una mentira, con un secreto.
«Alex…», susurro su nombre, pero mi voz casi no sale. Se pierde, atrapada en mi garganta seca, vacilante. Mis labios forman su nombre, pero lo que siento es una mezcla de terror y deseo: la emoción por la propuesta mezclada con el miedo a decir la verdad.
Mi cuerpo tiembla, una reacción que no sé si se debe a la intensidad del momento, al profundo amor que siento por Alexander o al miedo abrumador de revelar lo que he mantenido oculto. Cada parte de mí se siente dividida, cada latido de mi corazón suena como un tambor de guerra, y sé que, para seguir adelante, debo enfrentarme a lo que más temo. ¿Cómo puedo decírselo ahora?
¿Sobre Caelum? ¿Sobre mis hijos? ¿Cómo encontraré el valor para explicarle que, durante los años que estuvimos separados, mi vida dio un giro inesperado y mi corazón se unió de una forma que nunca imaginé?
Miro a Alexander y lo que veo me rompe por dentro. Sus ojos brillan con expectación, con la esperanza de un futuro que me ofrece como un regalo. No tiene ni idea de lo mucho que significa esto para mí, de lo mucho que me duele y me alegra al mismo tiempo.
Pero entonces, algo cambia. La expresión de Alexander se transforma, casi como una nube tormentosa que cubre el sol. Sus ojos, antes llenos de expectación, se vuelven serios y su rostro pierde la suave sonrisa. Siento una ola de pánico inundarme: ¿se ha dado cuenta? ¿Ha descubierto ya lo que he estado ocultando con tanto cuidado? ¿Mi silencio, mi vacilación, han traicionado el secreto que guardo? Coge la caja y la cierra con un movimiento firme y decidido.
Mi corazón da un vuelco en mi pecho, una reacción entre el alivio y el miedo. «Hay alguien más aquí con nosotros», dice Alexander de repente, con un tono oscuro que parece resonar en el aire, como si la atmósfera a nuestro alrededor se hubiera vuelto tensa y densa. Huele el aire y veo surgir su lado licántropo, con sus sentidos agudizados tomando el control. El vello de su piel comienza a erizarse y sus músculos se tensan como si se prepararan para la batalla.
«Más de uno, por el olor… ¡Aria, ven conmigo!». Antes de que pueda procesar lo que está diciendo, Alexander me agarra del brazo y me tira con fuerza, pero con una urgencia que trasciende la amabilidad. Mi corazón se acelera, latido tan fuerte que lo siento en la garganta. El miedo se apodera de mí en una ola abrumadora, mis sentidos están en alerta máxima y mi mente lucha por comprender la gravedad de lo que está sucediendo.
Tardo unos segundos en entenderlo, hasta que oigo el sonido de pasos pesados alrededor de la cabaña. Mi cuerpo reacciona con un profundo escalofrío y, al mirar a mi alrededor, veo a Alexander colocándose delante de mí, con su cuerpo como una barrera entre mí y lo que sea que haya ahí fuera. Sus ojos, antes de un azul profundo, ahora brillan con un rojo intenso, un color amenazador que solo veo cuando su lado lobo está cerca de la superficie. Su postura es rígida, su mirada fija, como si cada detalle a nuestro alrededor fuera una pista del peligro inminente. Está en alerta máxima y me doy cuenta de la gravedad de la situación.
«Alexander, ¿qué está pasando?», pregunto asustada, mirando las ventanas que nos rodean.
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