El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 19
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 19:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
¿Es eso lo que hace? ¿Se acuesta con cualquiera para obtener algún beneficio? La mera sugerencia de este pensamiento hace que mi sangre hierva con ira contenida, aunque mantengo mi expresión fría e implacable. La visión de los dos tan cerca, con las manos de él sobre la piel de ella, me provoca una repulsión casi física, como si estuviera presenciando algo profano.
El ambiente está saturado de miedo, hasta el punto de que casi puedo sentir el terror que emana de sus poros. Los latidos del corazón de Aria y del hombre son audibles para mí, pulsando con un ritmo frenético e irregular, como tambores en medio de una batalla inminente. El hombre de mediana edad suelta el brazo de Aria como si se hubiera quemado, y veo el alivio momentáneo en sus ojos, una chispa que se apaga rápidamente, sustituida por una expresión de cautela y sumisión.
«Majestad, qué honor teneros aquí…», murmura el hombre, con la voz temblorosa por los nervios, mientras intenta hacer una reverencia patética, apenas capaz de ocultar el pánico que siente al verme. La reverencia es torpe, casi ridícula, y despierta en mí una mezcla de desprecio e impaciencia. Es un hombre sin carácter, que se doblega ante la más mínima muestra de poder, como un perro asustado.
Aria, por su parte, imita el gesto con la mirada baja y la postura tensa mientras se levanta de nuevo. Su aroma, una dulce mezcla de lavanda con un toque cítrico, llena mis fosas nasales, trayendo consigo una sensación de embriaguez que me hace anhelar algo que no debería desear. No puedo permitirme dejarme afectar por esto ahora, no cuando hay sospechas tan graves sobre ella. Su aroma, tan único y embriagador, es una distracción peligrosa, y debo mantener la concentración.
Dado que aún puede estar relacionada con el ataque de los Renegados de Wolfspawn, no puedo dejarme llevar por los sentimientos o los deseos. Muchas de las pistas que hemos seguido apuntaban al personal contratado para la fiesta, y no puedo descartar la posibilidad de que Aria esté involucrada. El hecho de que nuestros caminos se hayan cruzado de nuevo, tan poco tiempo después del ataque, no puede ser…
No puede ser una mera coincidencia. Me sorprende que trabaje aquí, en el lugar que fue el primer objetivo de nuestra investigación. La posibilidad de que Aria tenga alguna conexión con los Renegados de la Progenie de Lobo es algo que no puedo ignorar, por mucho que quiera creer que estoy equivocado.
—Hemos venido a investigar el ataque que tuvo lugar en mi palacio. Nos gustaría hablar con usted sobre algunos miembros del personal —digo con voz firme y autoritaria, dejando claro que no hay lugar para evasivas ni mentiras. Observo atentamente sus reacciones, cada microexpresión, cada cambio en su comportamiento, como un depredador que analiza a su presa.
Los ojos de Aria se abren con sorpresa y noto el momento exacto en que su corazón da un vuelco, una vacilación casi imperceptible, pero para mí tan clara como la luz del día. Hay algo que no quiere que descubra, algo que la asusta profundamente. «Majestad, ¿desea que saquemos al humano del recinto?», pregunta uno de mis guardias reales, con voz cargada de fría formalidad. Veo que Aria levanta ligeramente la cara al oírlo, con una mezcla de miedo y, curiosamente, alivio en los ojos. La idea de ser sacada de esa habitación parece tranquilizarla, como si la presencia de los guardias y la mía fueran una amenaza mayor que cualquier otra cosa. Pero esta reacción no hace más que aumentar mi curiosidad y mis sospechas. ¿Qué es exactamente lo que esconde esta mujer? «No será necesario.
De hecho, preparad una habitación… Yo la interrogaré mientras registráis el lugar en busca de más pistas», ordeno con voz autoritaria.
En menos de diez minutos, la tensión entre nosotros se intensifica al encontrarnos solos en el salón de la empresa. El entorno que nos rodea contrasta drásticamente con la atmósfera tensa que se respira entre nosotros: el lugar es espacioso, está decorado con elegancia, con sofás de cuero suave y mesas redondas de madera pulida rodeadas de sillones acolchados. La tensión entre nosotros es palpable, tan densa que casi se podría cortar con un cuchillo. Aria, visiblemente incómoda, se sienta en uno de los sillones, y noto que sus manos, apoyadas sobre la mesa, están inquietas, sus dedos se mueven nerviosamente como si luchara contra el impulso de huir. Me fijo en la ausencia de un anillo de boda. Incluso después de cinco años, la idea de que Aria siga frecuentando bares y conociendo hombres al azar me provoca una irracional envidia, un sentimiento que intento alejar de mí. Pero está ahí, persistente, como una sombra. ¿Qué ha estado haciendo todos estos años? ¿Su vida ha sido tan sencilla como quiere hacerme creer, o hay secretos ocultos bajo su fachada de camarera?
«Dime, Aria… ¿a qué te dedicas? ¿Hay algo que debería saber?», le pregunto con frialdad, casi con crueldad, mientras observo cada una de sus pequeñas reacciones. Este es el momento en el que podría sacar a relucir nuestro pasado, revelar el secreto que mantiene nuestros destinos entrelazados. Pero ¿tiene el valor necesario? ¿O prefiere permanecer oculta tras esa fachada de fragilidad?
.
.
.