El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 182
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Capítulo 182:
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Aún un poco abrumada, toco el collar, sintiendo el frescor de las piedras contra mis dedos, y acepto los pendientes a juego. Los pendientes son igualmente encantadores, cada uno con un pequeño diamante azul colgante que refleja la luz en todas direcciones. Las pulseras, con intrincados detalles en plata intercalados con diamantes más pequeños, se colocan suavemente alrededor de mis muñecas, y siento que cada pieza añade otra capa de sofisticación y belleza, envolviéndome en un aura de realeza.
Una de las empleadas da un paso atrás, con expresión orgullosa y admirativa, y susurra: «Señorita Aria, parece una auténtica princesa…».
No puedo evitar sonreír, pero es una sonrisa tímida, como si todavía estuviera intentando acostumbrarme a todo esto. Me miro en un espejo y, por un momento, no me reconozco. La figura reflejada ante mí, envuelta en un vestido deslumbrante y adornada con joyas de valor incalculable, soy yo y, al mismo tiempo, alguien completamente diferente. La transformación es tan profunda que siento que no solo ha cambiado mi aspecto, sino también mi espíritu.
Sin embargo, mientras contemplo mi reflejo, una ola de ansiedad comienza a crecer dentro de mí. Mi corazón se acelera y una voz susurra desde lo más profundo de mi mente, cuestionando si realmente pertenezco a este papel, si no soy más que una impostora en este mundo de lujo y poder. ¿Podré estar a la altura de esta imagen? ¿Podré actuar como alguien digno de tal admiración? Estas preguntas dan vueltas en mi cabeza y el peso de las expectativas comienza a oprimir mis hombros.
Estoy a punto de apartar la mirada, de renunciar a enfrentarme a esta nueva imagen que me asusta y me fascina a la vez, cuando un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos en espiral. El sonido resuena en la habitación y todo el personal intercambia miradas rápidas antes de que uno de ellos se acerque a abrir.
Cuando se abre, allí está Alexander, una presencia sólida y reconfortante en medio de la tormenta de dudas que me consume. Nuestras miradas se cruzan y siento una ola de paz inundar mi pecho, disipando cualquier rastro de incertidumbre. Me mira con un brillo intenso en los ojos y su sonrisa es cálida, llena de ternura y admiración. En su mirada, percibo una seguridad que me calma, me envuelve y me hace olvidar cualquier motivo que pudiera tener para creer que todo esto era un error.
«Estás perfecta», murmura con voz ronca y cargada de emoción. Es como si apenas pudiera encontrar las palabras, con los ojos fijos en mí, absorbiendo cada detalle de mi aspecto: el vestido, las joyas, el peinado meticulosamente arreglado.
Por un momento, siento como si el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera, dejándonos solo a nosotros dos suspendidos en un instante en el que nada más importa. Da unos pasos hacia mí, acercándose lentamente.
Mi corazón, que hace unos momentos latía con fuerza por el miedo, ahora late rápidamente con una mezcla de alegría y expectación. Alexander extiende la mano y sus dedos rozan los míos, provocándome un escalofrío que recorre todo mi cuerpo. En lo más profundo de mi corazón, siento que nada más importa salvo este momento. Alexander me mira como si fuera una visión mágica, un sueño hecho realidad, y siento el peso de sus expectativas, pero también el consuelo de su amor.
Mientras me coge de la mano, me doy cuenta de que, pase lo que pase esta noche, estoy exactamente donde debo estar: a su lado.
Mientras Alexander me guía por el amplio pasillo hacia la salida del castillo, siento que el nerviosismo y la ansiedad vuelven a crecer dentro de mí, como olas amenazantes. Con cada paso que doy, los zapatos, aunque son preciosos, me recuerdan lo incómodos que pueden ser. Los tacones finos parecen más altos con cada movimiento vacilante, como si el suelo conspirara contra mí. No estoy acostumbrada a zapatos tan altos y delicados, y más de una vez siento que el tobillo se me tambalea, a punto de torcerse. Pero Alexander, siempre atento, me sujeta con suavidad por el brazo, manteniéndome firme, como un verdadero ancla a mi lado.
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