El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 180
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Capítulo 180:
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Me acaricia suavemente la cara, su tacto es como una suave llama que recorre mi piel y se posa en mi pecho. Instintivamente, coloco mis manos alrededor de su cuello y lo atraigo hacia mí. Alexander me mira con una intensidad que hace que cada latido de mi corazón resuene en mi interior, y su voz suena baja y profunda, cargada de un deseo casi tangible.
«Nunca permitiré que te sientas perdida, Aria. Y aunque lo estés, siempre te encontraré».
«¿Lo prometes?», le provoqué, sintiendo un escalofrío recorrer mi cuerpo.
En respuesta, Alexander se inclinó y me besó, un beso que comenzó con ternura, pero que rápidamente se convirtió en algo más apasionado, más intenso. Sus labios sobre los míos parecían llenar un vacío, despertando un anhelo largamente reprimido. Sentí cómo cada fibra de mi cuerpo reaccionaba, un delicioso escalofrío recorriendo mi espina dorsal, y la habitación a nuestro alrededor se desvaneció por completo.
Se aparta lentamente, sin apartar los ojos de los míos, y noto una leve sonrisa burlona en sus labios cuando dice:
—Te dejaré un momento para que des holgura y eches un vistazo a tu regalo. Vendré a buscarte cuando sea hora del baile, ¿de acuerdo? En breve llegarán algunos miembros del personal para ayudarte con los preparativos. Si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarme.
Los labios de Alexander se separan de los míos al terminar y yo simplemente asiento con la cabeza, aún incapaz de procesar todo lo que está sucediendo a mi alrededor. Mi corazón late con fuerza, todavía cautivo por la intensidad de su última mirada. Me despido en silencio y me dirijo hacia la cama, donde algo llama mi atención.
Sobre la lujosa colcha hay un magnífico vestido de gala, de un tono azul intenso que parece capturar la esencia misma del océano al atardecer.
Es un vestido largo, con una falda que se ajusta elegantemente al cuerpo antes de caer con ligereza y fluidez, casi tocando el suelo. El corpiño está delicadamente adornado con pequeños detalles brillantes, sutiles pero deslumbrantes, que se extienden desde el lado izquierdo y caen hasta la cintura como una constelación en una noche estrellada. El escote es delicado y modesto, pero con un toque de sensualidad. Los tirantes están diseñados para descansar suavemente en los costados de mis brazos, dejando los hombros ligeramente descubiertos, lo que sugiere una feminidad discreta y cautivadora. Imagino cómo me quedará este vestido, abrazando cada curva y haciéndome sentir como una auténtica princesa de un cuento de hadas.
Junto al vestido, veo una caja de zapatos de satén blanco y, encima, un sobre. Mi corazón da un vuelco al reconocer la refinada letra cursiva de Alexander. Cada línea de su cuidadosa letra me hace sentir como si estuviera aquí, hablándome directamente. Con las manos ligeramente temblorosas, abro el sobre y saco la tarjeta, percibiendo el débil y persistente aroma de él. Leo las palabras lentamente, saboreando cada una de ellas:
Que este vestido realce tu belleza. Tu sonrisa y esos hermosos ojos oscuros siempre me recuerdan al cielo nocturno, brillante y misterioso. Con amor, cariño y deseo, tuyo para siempre… Alexander.
Una oleada inesperada de emoción me invade, dejando una sonrisa tonta e incontrolable en mi rostro. Sus palabras tienen un efecto casi hipnótico, algo que me envuelve y me hace suspirar profundamente, como si cada frase estuviera escrita para cautivarme un poco más. Vuelvo a leer la tarjeta una y otra vez, sumergiéndome cada vez más en el significado oculto de sus palabras. Es como si pudiera oír su voz susurrándolas en mi oído, y la idea de pertenecerle, de tener algo tan auténtico y apasionado, llena mi pecho de una alegría que apenas puedo contener.
De repente, unos suaves golpes en la puerta me devuelven a la realidad, rompiendo el hechizo del momento. Con cuidado, guardo la tarjeta y me dirijo hacia la puerta, todavía con una leve sonrisa, pero tratando de recuperar la compostura. Cuando la abro, me encuentro con cuatro mujeres en el pasillo, todas sonrientes y acogedoras.
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