El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 176
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 176:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Lyra extiende los brazos, invitando a Elowen a sentarse en el regazo de su abuela. Elowen duda un segundo, pero pronto se inclina hacia ella en un movimiento suave y casi natural. Observo cómo Lyra se inclina hacia ella, con una expresión cálida y acogedora. En un intento por distraer a Elowen de la inminente despedida, comienza a hacerle promesas suaves y tentadoras.
«Cariño, ahora que tu madre no está, podemos hacer un poco de desorden. No seas tonta. La abuela te dará helado para desayunar».
Su voz es suave, casi musical, y capta al instante la atención de Elowen.
El truco funciona. Los ojos llenos de lágrimas de Elowen ahora brillan de emoción, y la amenaza de las lágrimas comienza a desvanecerse.
«¿De verdad?», pregunta Elowen, repentinamente animada.
«Oye, oye… nada de quedarse hasta tarde ni comer comida basura para desayunar», intervengo, fingiendo parecer severa, tratando de hacer el papel de madre responsable.
El pequeño gesto parece surtir efecto; Elowen y Lyra intercambian miradas cómplices, un acuerdo silencioso entre ellas. Contengo una sonrisa, pero el alivio inunda mi pecho. Este pequeño momento de complicidad entre ellas es suficiente para calmar la tormenta que se agita en mi interior. Quizás, solo quizás, todo saldrá bien.
El coche que Alexander aparca delante de la casa es de esos que llaman la atención. Elegante, brillante, negro, destaca entre la sencillez del barrio, irradiando lujo y poder.
Tardo un momento en procesarlo.
Alexander tiene dinero… mucho dinero. El recuerdo del chico que solía ir en una moto de segunda mano a su trabajo de camarero sigue vivo en mi mente. Pero el hombre que sale ahora del coche, alto, ancho, elegante, hace que mi corazón se acelere. Lleva un conjunto que equilibra a la perfección la sofisticación y el encanto informal: un polo de color vino intenso que se ajusta a sus hombros, combinado con unos pantalones de vestir grises que le dan un aire refinado sin esfuerzo.
Parte del tatuaje que serpentea por su antebrazo asoma por debajo de la manga, oscuro y enigmático contra su piel. Lleva el pelo peinado hacia atrás, lo que le da un aire aún más pulido, y cuando sus ojos azules se clavan en los míos, profundos, intensos, devoradores, siento un escalofrío recorrer mi espalda.
Antes de que pueda decir nada, mis hijos corren hacia él, y sus risas infantiles llenan el aire y alegran el ambiente que nos rodea. Alexander, con un movimiento ágil y casi juguetón, se agacha para cogerlos, levantando a uno en cada brazo como si no pesaran nada. La escena es surrealista: el hombre que una vez conocí como sencillo se revela ahora como un protector fuerte y seguro, una presencia que irradia confianza a mis hijos y, paradójicamente, también a mí.
Observo, casi hipnotizada, cómo da vueltas con ellos, con sus risas resonando en la tarde. Noto la leve sonrisa que Alexander esboza, una sonrisa sincera que contrasta con su actitud por lo demás seria. Por un momento, todo parece tener sentido y siento una paz inesperada inundar mi corazón. Quizás, con él, este nuevo capítulo sea realmente posible. Quizás, de alguna manera, pueda encontrar un equilibrio entre el amor que siento por mis hijos y los confusos sentimientos que él despierta en mí.
«Mamá dice que vas a salir con ella. ¿Cuándo podemos salir nosotros también?». La voz de Thorne está llena de curiosidad, sus ojitos brillan con una inocente expectación que solo los niños pueden tener. Inclina ligeramente la cabeza, esperando la respuesta de Alexander, que responde a su impaciencia con una cálida sonrisa.
.
.
.