El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 175
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 175:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
¿Cómo voy a afrontar esta situación, resolver algo que parece imposible? Si quiero seguir adelante con Alexander, será inevitable tener esta conversación sobre la paternidad, sobre los lazos y vínculos que no puedo romper, por mucho que lo intente.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal, cada vértebra se ilumina con el temor de esa posible conversación, la expresión que imagino en el rostro de Alexander cuando la verdad salga a la luz. ¿Será capaz de aceptarlo? ¿Aceptarme a mí, con todo el peso que llevo? No quiero ocultar nada más, pero tampoco sé si estoy preparada para desnudarme ante él, para exponer todas las heridas que he mantenido ocultas hasta ahora.
«Te voy a echar mucho de menos. ¿Me prometes que no nos olvidarás?».
La vocecita temblorosa de Elowen interrumpe mis pensamientos y mis ojos se fijan en su rostro, donde brillan lágrimas contenidas que reflejan la misma tristeza que florece en mi pecho. Sus palabras me golpean con fuerza, como si hubiera absorbido todos mis miedos e incertidumbres. La forma en que lo pregunta, con la voz entrecortada y la mirada fija en la mía, me destroza.
Aprieto con fuerza el asa de la maleta y me arrodillo frente a Elowen, quedando cara a cara con ella. Le aparto con delicadeza un mechón de pelo de los ojos, tratando de calmarla.
«Nunca, ni en un millón de años, podría olvidaros, princesita mía».
Mi voz es suave, cargada con el peso de una promesa.
«Tú y tu hermano ocupáis prácticamente todo mi corazón».
La atraigo hacia mí y siento su pequeño y cálido cuerpo presionarse contra el mío.
Me mira con esos ojos verdes y grandes, rebosantes de una emoción profunda que solo los niños parecen capaces de expresar. Me quedo allí, abrazándola, calmándola… y calmándome a mí mismo. Es un abrazo silencioso, que se prolonga hasta el infinito.
Permanecemos así hasta que mi madre, Lyra, aparece en la puerta. Se detiene, observando la escena, con la mirada llena de curiosidad y preocupación mientras observa el intercambio entre Elowen y yo.
La preocupación vuelve a aparecer y, antes de que pueda detenerme, las palabras se escapan en un murmullo vacilante.
«Quizás sea mejor que no vaya, mamá…».
Aprieto un poco más a Elowen, aferrándome a la idea de que quizá quedarme sea la decisión correcta, que este sacrificio sea lo que más necesitan mis hijos.
«¡Ni hablar, Aria!».
La voz de Lyra acalla mis dudas, tajante e inquebrantable, mientras cruza la habitación y se sienta a mi lado. Su expresión es firme, su tono impregnado de esa feroz determinación maternal que no había visto en años.
«Estarán bien. Solo es que está un poco pegajosa».
«Tú lo necesitas, ellos lo necesitan, yo lo necesito. Es hora de que disfrutes de un tiempo solo para ti, Aria».
Me sorprende su tono, la certeza de sus palabras, y por un momento me pregunto si mi madre realmente cree lo que dice o si le interesan más las posibilidades que podría ofrecer mi relación con Alexander. Es imposible ignorar el brillo de expectación en sus ojos, como si viera este viaje como el comienzo de algo más grande. Pero, al mismo tiempo, percibo una preocupación genuina en su voz, y eso me reconfortó más de lo que quería admitir.
«Vamos, déjamela».
.
.
.