El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 172
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 172:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«Puede seguir llamándome Alexander, señora Lyra. No hay necesidad de formalidades, por favor», dice con voz suave pero firme, con una sencillez casi nostálgica. Estas palabras, pronunciadas con tanta naturalidad, me calientan el corazón y hacen que una pequeña sonrisa se escape de mis labios. Sigue siendo el Alexander que conocí, el que me hablaba de tú a tú, el que se esforzaba por ser auténtico, sin pretensiones.
Sigo viendo en él a aquel joven sencillo que trabajaba de camarero, el mismo que, con sus modales sencillos, era capaz de acelerarme el corazón con una simple mirada. Recuerdo lo hábil que era en la cocina. Me hacía reír, y quizá esa era su mejor arma: su forma de arrancar una risa sincera, como nadie más podía hacerlo. Y al pensar en ello, siento cómo me invade una sensación de calidez, una llama del pasado que se reaviva y me recuerda sus caricias cuidadosas, que sabía exactamente dónde dar.
Conocía cada parte de mi cuerpo con una precisión casi irreal, cada pequeño rincón donde el placer irradiaba en oleadas incontrolables. Era como si tuviera un mapa completo de mí, sabiendo exactamente dónde presionar, dónde deslizar los dedos o dónde dar un beso. La intimidad entre nosotros era intensa, algo que nunca había experimentado antes y que, desde entonces, nunca he vuelto a encontrar.
—Espero no interrumpir nada —comienza Alexander, con voz tranquila y profunda, como un susurro que resuena directamente en mi pecho.
—Quería llamar, pero… —Hace una pausa, dejando la frase en el aire entre nosotros, y la forma en que sus ojos se encuentran con los míos me desarma por completo. Hay algo en la suavidad de su tono, en la sinceridad de sus palabras, que casi hace que mi corazón se derrita.
«Tenía muchas ganas de volver a verte, Aria. Y creo que lo que he venido a decirte es mejor que te lo diga en persona».
Mi respiración se detiene por un momento. Sus palabras hacen que un recuerdo inunde mi mente: revivo nuestro beso, la sensación de sus labios sobre los míos, la intensidad de ese contacto, el calor que me invadió en ese instante inolvidable.
Mis ojos se clavan en los suyos, brillando con todo lo que siento. Observo cómo Alexander da un paso hacia mí, con una confianza que me tranquiliza y me inquieta a la vez. Por el rabillo del ojo, veo que mi acompañante retrocede discretamente, dejándonos espacio pero sin alejarse demasiado.
—Me gustaría invitarte a un baile, Aria… —Su voz es suave y cautivadora, cada palabra es como seda rozando mi piel. Por un momento, mi corazón se detiene, y luego comienza a latir con tanta fuerza que casi me deja sin aliento.
Su invitación hace temblar el suelo bajo mis pies. Me pierdo en su mirada y la emoción surge en una ola tan fuerte que amenaza con arrastrarme.
Pero entonces, una sombra se cuela en mis pensamientos. Los recuerdos del castillo afloran: la tensión, el dolor, el trauma. La palabra «baile» me trae a la mente la última fiesta, y mi cuerpo se estremece. Mis pensamientos se agitan mientras el pánico se apodera de mí. La idea de volver a cualquier ambiente cortesano me oprime el pecho. Me retraigo mentalmente y una tormenta de ansiedad comienza a formarse en mi interior.
Alexander percibe el cambio de inmediato. Antes de que pueda decir una palabra, sus manos encuentran las mías, cálidas, suaves, tranquilizadoras. Su tacto me transmite una frágil sensación de paz, derritiendo el peso de los recuerdos, aunque solo sea por un momento.
«No será aquí, en la capital, Aria», dice con suavidad, con una voz aún más suave, llena de comprensión.
.
.
.