El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 159
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Capítulo 159:
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Alexander inclina la cabeza, esbozando una sonrisa enigmática en los labios.
«No tenemos que casarnos mañana, pero…». Su voz baja a un tono más seductor que me hace sentir un escalofrío por la espalda. «Haré lo que sea para que digas que sí a ser mi esposa, Aria».
Se inclina sobre mí, su presencia invade el espacio a mi alrededor y me veo obligada a hundirme en el sillón mientras él se acerca más y más. Mi respiración se vuelve entrecortada y la tensión en el aire es tan densa que casi puedo tocarla.
Su proximidad es embriagadora, el calor de su cuerpo palpable, y lucho por mantener la distancia emocional que juré mantener.
«Dime, Aria», murmura, con una voz que roza mi piel, «¿hay alguien más? ¿Hay alguien más que haga que tu corazón lata tan rápido como lo hace ahora, aquí conmigo?».
Sus palabras tienen una intensidad que me paraliza, sus ojos arden con un deseo ardiente que consume el aire entre nosotros.
Su mano se desliza hacia mi cara y su tacto es un fuego que recorre mi piel, encendiendo una vieja pasión que creía haber enterrado.
No puedo razonar su pregunta ni formular una respuesta. Los ojos azules de Alexander arden de deseo y sé que los míos reflejan lo mismo.
«Si es así, me iré y no volveré nunca. Te dejaré marchar y llevaré todo mi amor por ti en mi corazón. Pero si la respuesta es no, Aria… te besaré y nunca podré dejarte marchar. ¿Qué me dices? ¿Sí o no?».
No puedo responder, no con palabras.
La mirada de Alexander atraviesa cada capa de mi ser, llegando a un lugar donde no hay palabras ni lógica que puedan llegar.
Espera, inmóvil, con los rasgos marcados de su rostro reflejando una mezcla de esperanza y desesperación contenida. Cada contorno de su cuerpo parece tenso, suspendido en la anticipación de una respuesta, esperando una palabra que solo mi corazón conoce, pero que mi mente se resiste a pronunciar.
Mi respiración, antes tranquila, ahora se vuelve pesada, casi dolorosa, mientras todo mi ser grita para acortar la distancia entre nosotros.
Quiero que lo entienda sin tener que decirlo.
Mis manos, como guiadas por una fuerza invisible, encuentran el camino hacia él, como si hubieran estado buscando este momento desde siempre.
Levanto mi mano temblorosa y deslizo los dedos por el cabello de Alexander, sintiendo la textura suave pero áspera de sus ondulados mechones oscuros.
Él cierra los ojos por un momento y el sonido que escapa de sus labios es un gruñido bajo, casi primitivo, cargado de deseo agudizado por la larga espera.
Ese sonido resuena en mi interior, encendiendo una llama que creía extinguida.
La sensación es abrumadora.
Alexander responde con una ferocidad controlada, como un depredador contenido, y esa intensidad me atrae aún más hacia él.
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