El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 153
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 153:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Recuerdo las lecciones de mi infancia: el riguroso control que nos enseñaron a ejercer sobre nuestra naturaleza, el dominio incuestionable que desarrollamos sobre la bestia.
Pero ahora, ese control es una ilusión; algo bloquea mi conexión con el lobo que hay en mí, un muro invisible que se levanta e impide que lo reprima.
La transformación, antes instintiva y contenida, se vuelve violenta e incontrolable.
Cuando finalmente se completa, el mundo que me rodea desaparece.
La oscuridad me envuelve y solo queda el silencio.
Me despierto con una sensación de pesadez, como si mi cuerpo estuviera lleno de piedras. Me duelen los músculos. Tengo la piel en carne viva.
Siento un latido constante en las costillas: sin duda, algo está roto.
El sabor metálico y amargo de la sangre permanece en mi boca, un eco de la noche anterior.
Intento reconstruir fragmentos de memoria, pero solo encuentro imágenes borrosas, partes inconexas de una noche intensa y caótica.
Un escalofrío me recorre el cuerpo, acompañado de una incómoda pesadez en el pecho.
Pronto lo oigo: un latido rápido, un ritmo pulsante que rompe el silencio con precisión.
Reconozco el aroma antes de verla.
Seraphina se acerca lentamente, su aroma característico se extiende por la habitación, una mezcla de lavanda y ámbar mezclada con algo agudo y peligroso, casi como veneno.
Aparece en la puerta del baño, su imponente figura enmarcada por la pálida luz que emana del interior.
Sus ojos dorados se agrandan brevemente al verme despierto.
La sorpresa se refleja en sus pupilas, pero es fugaz; pronto, su expresión pasa de la sorpresa a la fría decepción, esa mirada familiar que siempre me inquieta.
Con gran esfuerzo, me incorporo, apoyándome en las manos para sentarme en la cama.
Un dolor agudo me atraviesa las costillas, un recordatorio agudo y alarmante de que algo está definitivamente roto.
Aunque mis poderes curativos son eficaces, tardarán en reparar el daño.
Mi mente está nublada, como si un denso velo de confusión envolviera mis pensamientos, y lo único que consigo murmurar es un nombre, un intento desesperado por aferrarme a algún fragmento de lucidez.
—Seraphina… ¿qué ha pasado?
Mi voz es ronca, áspera. Las palabras salen entrecortadas, con la garganta seca, como si un peso invisible la presionara, haciendo que cada palabra sea un esfuerzo.
Ella permanece impasible, sentada en el borde de la cama como una estatua fría y perfectamente esculpida.
Su ardiente cabello rojo está meticulosamente peinado, cada mechón perfectamente en su sitio, en cruel contraste con mi estado desaliñado y maltrecho.
Me observa con una frialdad penetrante, con los brazos cruzados sobre el regazo, y su silencio resuena en la habitación como un eco profundo, amplificando mi inquietud.
.
.
.