El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 147
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Capítulo 147:
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«Seraphina, evita decir tonterías que podrían costarte la corona o, tal vez, incluso la cabeza».
Gruñó, con la voz llena de rencor. Y luego, con ira latente, se levantó de la mesa, dejándome con el dulce sabor de la victoria.
A solas, saboreé el momento y contemplé la luna llena, que brillaba magníficamente a través de las altas ventanas, inundando el salón con sus rayos plateados como una bendición celestial.
El hechizo que pretendía lanzar pronto dependía de ello, y su presencia en el cielo me recordaba que había llegado el momento.
La noche no podría ser más perfecta, con todos distraídos por la fiesta y sus propias ambiciones.
Me despido con gestos elegantes de los nobles cercanos, que me observan partir con discreta curiosidad.
Salgo del salón y atravieso el castillo, con mis pasos resonando en los pasillos oscuros.
El aislamiento de la zona cercana a la cocina me ofrece la privacidad que necesito.
Mi corazón late con firmeza y seguridad, y mi mente ya imagina el resultado de mi hechizo.
Todo está en movimiento, como un engranaje invisible que gira y me acerca al poder que ansío.
Echo una última mirada al castillo a mis espaldas, seguro de que esta noche será recordada como el comienzo de un nuevo capítulo, uno en el que mi venganza, mi deseo y mi destino se entrelazan bajo la luz de la luna llena.
Empiezo a recitar el hechizo con precisión, cada sílaba resuena como un eco profundo en las cámaras de mi mente, cada palabra cargada de una oscura intención que late, intensa, en el centro de mi ser.
Siento el flujo de poder recorriendo mi cuerpo, una corriente cálida que viaja por mis venas como fuego líquido, inflamando mis sentidos y despertando una energía que llevaba mucho tiempo dormida.
Es una fuerza antigua y abrumadora que se arraiga en mi alma y se eleva, indomable, expandiéndose con cada palabra que pronuncio.
El aire que me rodea se espesa, cargado de la esencia de la magia, y me uno a este poder salvaje y voraz.
El hechizo es complejo, una intrincada red de magia que exige precisión y concentración absoluta. Para dominar tal poder, para forzar la transformación de los licántropos, pasé noches en profundo estudio y práctica.
La luna, majestuosa y llena, domina el cielo, su luz plateada baña la tierra e intensifica el aura de misterio y poder. Parece crecer, inmensa e imponente, como si estuviera a punto de tocar el suelo, emanando una energía primigenia que amplifica mi magia, fortaleciendo cada célula de mi cuerpo.
Detrás de mí, en el castillo, siento que la agitación toma forma incluso antes de oír los primeros gritos.
Son sonidos de sorpresa, horror y desesperación, como una sinfonía caótica que se eleva y se extiende por los pasillos y salones.
Sonrío, consciente de que mi voluntad se está cumpliendo, de que mi magia atraviesa los muros del castillo, envolviendo a todos los licántropos y forzando su transformación.
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