El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 143
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Capítulo 143:
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Su tono es prometedor, una promesa solemne mezclada con un deseo abrumador, y el efecto que tiene en mí es embriagador. Él conoce el poder que tiene sobre mí y lo utiliza sin remordimientos, sus dedos acarician mi cuerpo, provocándome y dominándome.
Esa promesa me consume y siento una ola de euforia que se extiende como una chispa por todo mi cuerpo, encendiendo cada centímetro de piel que toca. No me importa lo que haga para cumplir mi deseo. No quiero pensar en las consecuencias ni en el alcance de sus actos.
Simplemente me acerco para besarlo de nuevo, desesperada, dejando que el anhelo de su tacto y el deseo reprimido de todos estos meses nos consuman.
Él se acerca aún más, su cuerpo presiona contra el mío y su calor me envuelve como una ola que no puedo —ni quiero— contener.
En este momento, no existe el mundo exterior. No hay reina. No hay reino.
Solo existe Karin. Su tacto. Su aroma. Su mirada que me domina por completo.
Lo deseo. Quiero que me posea, que sea mío como yo soy suya.
Todo el dolor, toda la furia y el anhelo que llevo dentro explotan en mi pecho. Mientras estoy unida a él, siento que nada puede detenernos, que el mundo es nuestro y podemos doblegarlo a nuestra voluntad.
El grimorio que sostengo entre mis dedos es grueso y antiguo, con cubiertas de cuero desgastadas y una textura fría que parece absorber la luz de la habitación.
Las páginas amarillentas y quebradizas están llenas de símbolos intrincados y palabras olvidadas, escritas en un dialecto antiguo conocido por pocos.
Las tenues luces de la habitación del hotel, casi apagadas, proyectan sombras profundas sobre las páginas y sobre el cuerpo de Karin, que descansa a mi lado, emanando una calma peligrosa y seductora.
«No sabía nada de este hechizo, Karin. ¿Funcionará?»,
pregunto, hojeando el grimorio que me ha dado.
Cuando me aparta un mechón de pelo de la cara y me besa en el cuello, siento un escalofrío recorrer mi espalda.
El calor de su boca, mezclado con su aliento caliente y el aroma a madera que desprende, llena la habitación.
El aroma de nuestro momento lo impregna todo: las sábanas arrugadas, el recuerdo persistente del deseo que aún palpita en el aire, casi tangible.
Las paredes parecen vibrar con el eco de nuestra presencia, como si cada detalle a nuestro alrededor capturara una parte de este íntimo instante y lo conservara para siempre.
«Sí, yo mismo lo utilicé en una batalla hace años. No lo usamos mucho debido a la luna; solo con ella se puede lanzar el hechizo», responde Karin con calma, mientras su cálido aliento me hace cosquillas en la oreja.
«Sí, yo usé este hechizo en una batalla, hace años», murmura, su voz grave invadiendo mis pensamientos mientras sus dedos se deslizan por mi rostro.
Su tacto firme pero suave hace que mi corazón se acelere, y la promesa tácita en sus palabras da rienda suelta a mi imaginación, evocando escenas de destrucción y caos para aquellos que se atrevieron a cruzarse en mi camino.
«Pero solo se puede lanzar con luna llena», añade, con los ojos violetas brillando al mencionar el astro.
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