El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 142
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Capítulo 142:
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«No pensé que volvería a verte, Karin», declaro, con voz llena de ternura y sorpresa.
Su mano toca mi rostro, áspera, y ese simple contacto recorre mi piel como una descarga eléctrica, un delicioso escalofrío que va desde mi mejilla hasta mi pecho, consumiéndome por completo, llegando a lo más profundo de mi ser.
Cuando habla, el sonido grave y ronco de su voz resuena en la sala de piedra. Hay una urgencia casi primitiva en su tono, algo que me hace temblar, que evoca cada recuerdo y cada caricia que compartimos en el pasado.
«Todo lo que me pidas, Seraphina, lo haré…».
No duda. No hay miedo en sus ojos, y eso me excita aún más. Sus labios están tan cerca de los míos que puedo sentir el calor de su aliento, y entonces me besa, con un hambre casi violenta, consumiéndome y presionándome contra la pared de piedra que hay detrás de nosotros.
Su beso es feroz, un intenso juego de dominación y sumisión que me roba el aliento y el razonamiento. Me dejo llevar, rindiéndome al placer que surge como una marea alta, sofocante e inevitable.
Karin me atrae hacia él, sus hábiles manos exploran cada contorno de mi cuerpo, apretando, reclamando, como si estuviera decidido a hacerme recordar cada sensación que puede provocar en mí.
Mis ojos se cierran involuntariamente y me encuentro completamente a merced de cada beso, de cada caricia que deposita sobre mi piel. Mi cuerpo responde como si estuviera hecho para esto: para doblegarse a su voluntad, para sentir la euforia de la rendición.
«Karin…», susurro entre gemidos, con la voz temblorosa, y él sonríe de forma casi depredadora, con los ojos violetas brillando mientras sus manos se deslizan por mi cuerpo, recorriendo las curvas que conoce tan bien.
Siento sus ágiles dedos entrelazándose con el encaje de mi vestido, tocándome con precisión, como si cada movimiento estuviera calculado para maximizar mi placer, y eso me lleva a un estado de deseo absoluto.
Soy un caos de emociones, de necesidad primitiva, mis pensamientos consumidos solo por este momento, por él.
E incluso en medio de esta tormenta de sensaciones, mi objetivo sigue siendo claro.
Él es la clave de mis planes, el camino hacia la venganza que arde en mi pecho como el fuego.
Mi cuerpo tiembla de deseo, pero mi mente está lúcida, completamente enfocada en lo que necesito.
«Quiero la destrucción de ese maldito humano», declaro entre gemidos, la intensidad de mis palabras mezclándose con el placer que él me da. «Quiero la destrucción de mi marido. Quiero la salvación de Syltirion».
Mis palabras llenan el aire, cargadas de ira y determinación.
Karin me mira con un brillo oscuro en los ojos, como si mi declaración hubiera encendido algo en su interior. Sus manos siguen explorando y su voz, baja e intensa, llega a mis oídos.
«Conozco el hechizo perfecto para lograr lo que deseas, mi Seraphina».
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