El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 141
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 141:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Mi frustración crece, mezclada con la inquietud que él provoca.
«¿Ahora? ¿Vienes a mi lugar de trabajo para decirme algo, Alexander? Podrían despedirme por esto. ¿Te has colado en la fiesta? ¿Estás aquí como invitado no deseado?».
Mis palabras salen rápidas y afiladas, pero el miedo a perder mi trabajo me ahoga.
«No, no estoy arruinando nada. Puedo ayudarte, ¿qué te parece? Ya que estás tan ocupado, no me importa quedarme en la cocina contigo».
Alexander lo sugiere con un brillo desafiante en los ojos.
Lo miro parpadeando, atónito por la propuesta. No sé cómo reaccionar, las palabras se me atragantan en la garganta, pero antes de que pueda formular una respuesta, otra voz profunda y autoritaria rompe el silencio.
—¡Alexander!
La voz de Caelum suena como un trueno, llena de autoridad que vibra por todo el pasillo.
Se acerca con pasos firmes, con la mirada fija en nosotros dos, especialmente en Alexander, con aire de reprimenda y desaprobación.
Inmediatamente, hago una reverencia, sintiendo una ola de sumisión que invade mi cuerpo. Levanto la mirada discretamente y observo la diferencia entre los dos hombres que tengo delante.
Caelum se yergue, con los hombros firmes y la postura erguida, cada movimiento irradia poder y control.
Hay una dureza en su rostro, una mezcla de desaprobación y desdén, que me hace querer encogerme.
Su mirada se posa rápidamente sobre mí, pero luego se fija en Alexander, a quien, hasta este momento, ni siquiera sabía que conocían.
—¿Qué haces aquí, Alexander? ¿Interrumpiendo a Aria en su trabajo?
La voz de Caelum es fría, una frase de reproche sin posibilidad de apelación. Lo mira con una intensidad que podría cortar diamantes, y Alexander sostiene la mirada con calma, aunque una sombra de incomodidad cruza su rostro.
Alexander respira hondo y, sin dudar, responde:
—He venido a ayudarla, compañero.
¿Compañero?
La palabra resuena en mi mente, repitiéndose como un eco lejano. ¿Son parientes?
Mi sorpresa es tan grande que siento que el suelo se hunde bajo mis pies. Intento asimilar la revelación mientras los observo, fijándome por primera vez en el parecido de sus rasgos, en el contorno de sus rostros.
—Un noble como tú no puede dejarse ver ayudando a una sirvienta común —declara Caelum, con una voz llena de desprecio que me hace querer encogerme.
«¡Ya te lo he dicho, amigo, no me importaría renunciar a todos mis títulos para estar con Aria!».
Las palabras de Alexander hacen que mi corazón lata aún más rápido.
La tensión entre ellos se intensifica, cada uno manteniendo su posición sin retroceder.
Caelum entrecierra los ojos, con una mirada de desdén que se mezcla con la rigidez de su postura.
.
.
.