El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 139
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Capítulo 139:
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La tensión se manifiesta en una ligera rigidez en mis hombros, pero Asher, siempre observador, lo nota inmediatamente. Se acerca y me frota suavemente la espalda, como para transmitirme algo de su calma. Siento el peso y la seguridad de su mano grande y protectora, que casi me cubre toda la espalda.
La espalda, y el contacto es un alivio fugaz, un ancla que impide que mi mente se pierda en pensamientos ansiosos.
«Todo saldrá bien. Has hecho un trabajo fantástico», dice Asher con voz tranquilizadora y reconfortante. «He visto la decoración del salón principal y de la entrada. Es magnífica». Sus palabras suenan como una dulce melodía en mis oídos y siento que mi corazón se calma un poco. Respiro hondo y dejo que el alivio sustituya a la ansiedad.
—¿Le gustará a la reina? —pregunto, con un tono de aprensión. En el fondo, sé que no busco elogios, solo la aprobación silenciosa de la reina. Ella es la figura detrás de cada detalle, y lo único que quiero es cumplir con sus expectativas. —¡Necesito su aprobación, nada más!
Asher suspira, con expresión cada vez más seria.
«Si no le hubiera gustado, ya lo sabrías, Aria», afirma con firmeza, y yo asiento con la cabeza. «Bueno, te dejo con tu trabajo. Tengo que supervisar la seguridad».
Mientras lo veo alejarse, me invade una punzada de nostalgia por su reconfortante presencia, pero rápidamente vuelvo a concentrarme. Respiro hondo y me vuelvo hacia la pila de platos que me espera, junto a los pasteleros que se afanan a mi alrededor. Sus movimientos se asemejan a un ballet silencioso de precisión y destreza, cada paso deliberado y elegante.
Después de colocar los platos principales en la cocina, me aseguro de que todo esté preparado y impecable antes de dirigirme al salón principal. Al llegar, me recibe una escena que llena mis ojos y mi corazón de orgullo: la decoración elegida por la reina Seraphina es una obra maestra, un verdadero homenaje a la realeza. Los tonos fríos dominan el salón, con flores en tonos suaves dispuestas en grandes jarrones ornamentados, cuya delicada fragancia perfuma el aire con un toque casi místico. Las elegantes columnas, creadas por hechiceras contratadas especialmente por la reina, se elevan con elegancia, y sus intrincados patrones y detalles parecen cobrar vida bajo la sutil influencia de la magia.
Más allá de las columnas, criaturas místicas como unicornios y hadas deambulan, flotando y moviéndose por el espacio, dejando tras de sí un rastro etéreo de luz y encanto. En el centro del salón, una enorme cascada mágica cae suavemente, mostrando peces de colores imposibles y vibrantes que brillan como si estuvieran forjados con pura energía mágica. La extravagancia del escenario se mezcla con una sutil refinamiento y, por un momento, mi mirada se detiene, admirando el meticuloso trabajo que ha cobrado vida ante mis ojos.
«Aria, ¡ya están llegando los primeros invitados!».
Una empleada se acerca a mí con tono apresurado, devolviéndome a la realidad. La expectación se palpa en el aire y vuelvo a sentir la urgencia apoderarse de mí.
Corro hacia la cocina, donde encuentro a los camareros y camareras alineados, una imagen de disciplina y perfección. Todos están impecablemente vestidos, con uniformes inmaculados y la mirada fija, listos para servir a la realeza y a los nobles invitados.
La imagen me transporta a la primera vez que pisé el castillo, y las palabras de Malik resuenan en mi mente como una guía para el momento que se avecina. Tomando la iniciativa, respiro hondo antes de fijar mi mirada decidida en cada uno de ellos.
«¡Muy bien, todos! Este es el plan: durante las próximas dos horas, circularán por el salón con canapés y bebidas. Después, se servirá la cena y presentaremos los platos con toda nuestra habilidad».
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