El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 13
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Capítulo 13:
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Me lanzan brutalmente al suelo, el impacto es violento, como si toda la fuerza del mundo se hubiera concentrado en ese único momento de colisión. El golpe me deja sin aliento al instante, mis pulmones se vacían en una respiración forzada cuando mi cabeza golpea el suelo de mármol con un ruido sordo. Un dolor intenso explota en la parte posterior de mi cráneo, irradiando por mi columna vertebral como una corriente eléctrica, y por un momento, todo a mi alrededor se vuelve borroso, una confusión de colores y sonidos mezclados.
El dolor en mi brazo, causado por el implacable agarre del rey Caelum, es rápidamente sustituido por un nuevo dolor más agudo que atraviesa mi espalda y mi pecho. Siento como si todo mi cuerpo hubiera sido golpeado por una onda expansiva, cada hueso, cada músculo gritando en protesta. La explosión que devastó la sala creó una fuerza aplastante que me lanzó al suelo con la brutalidad de una tormenta. Es como si el aire a mi alrededor se hubiera vuelto pesado, denso, dificultando la respiración.
Mis pulmones arden, doloridos por una necesidad desesperada de aire, pero cada intento de respirar va acompañado de una necesidad incontrolable de toser. Un velo de humo negro y denso se extiende en dirección al salón, oscureciendo mi visión y convirtiendo el entorno en una pesadilla nebulosa. Lucho contra la desorientación, obligándome a concentrarme, a moverme, pero el dolor punzante en la cabeza y la espalda hace que cada movimiento sea una tarea difícil.
Finalmente, con gran esfuerzo, consigo ponerme de pie, con las piernas temblando como si fueran a ceder en cualquier momento. El sonido que me rodea es caótico: gritos de pánico, cristales rompiéndose y el rugido lejano de nuevas explosiones llenan el aire, creando una cacofonía de terror. Siento una mano agarrándome el dobladillo del pantalón y, al mirar hacia abajo, veo los dedos del rey Caelum, sucios de polvo y escombros, tratando de sujetarme.
La determinación con la que me agarra me asusta aún más, sus intenciones siguen siendo un misterio, pero el miedo primitivo que siento es abrumador. Cada segundo que paso a su lado, la imagen de los canapés caídos y la ira en su rostro antes de la explosión sigue atormentándome, mezclándose con el miedo a que me haga algo ahora que todo está patas arriba. Detrás de nosotros, oigo los horribles aullidos de los hombres lobo que invaden el salón casi destruido.
Rayos de luz explotan entre el velo de humo, destellos de energía mágica que iluminan brevemente la oscuridad, revelando fragmentos del caos circundante. El salón, antes majestuoso, es ahora un campo de batalla, y cada segundo que paso allí aumenta la sensación de que no estoy a salvo, de que necesito escapar. Quiero ayudar al rey, levantar a Caelum y sacarlo de allí…
Salir de este infierno, pero el miedo… el miedo a que reaccione con ira, a que me culpe aún más, me paraliza.
Con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho, tomo la decisión que exige mi supervivencia. A regañadientes, lo dejo atrás y corro hacia la cocina, donde reina el caos. La escena que encuentro es de pánico total: los empleados corren de un lado a otro, muchos de ellos con expresiones de terror que reflejan la mía. El humo comienza a filtrarse por la puerta, trayendo consigo el olor acre de la destrucción y el fuego.
«¿Qué está pasando?», pregunta Nicole con tono asustado mientras corre hacia mí. «¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?». Antes de que pueda responder, un nuevo estruendo resuena en el aire, haciendo temblar las paredes de la cocina. Un grupo de empleados irrumpe en la cocina frenéticos, con el rostro pálido por el miedo, como si acabaran de ver la muerte de cerca.
«¡Son los Renegados de Wolfspawn!», grita un empleado desesperado.
«Han lanzado una bomba en el vestíbulo, ¡es un caos ahí fuera!».
La noticia cae como una sentencia de muerte. Todos los que estamos en la cocina, incluido yo, gritamos en respuesta, y el sonido del terror puro resuena en las paredes, ahora inestables. La realidad de la situación nos golpea con toda su fuerza: estamos siendo atacados y la seguridad que siempre ha representado el palacio se ha desvanecido en un instante, como arena que se escapa entre los dedos.
De repente, la ventana que da al jardín se rompe con un ruido ensordecedor. Los cristales vuelan en todas direcciones, cortando el aire como cuchillas, y antes de que pueda procesar lo que está pasando, un cuerpo enorme y cubierto de pelo se estrella contra el espacio vacío donde antes estaba la ventana. Un lobo, feroz e imponente, aterriza en medio de la cocina, con los ojos brillando con una salvajería indómita.
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