El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 115
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Capítulo 115:
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—Majestad —comienzo, con la voz ligeramente temblorosa—. Es un honor tenerlo aquí.
Pero incluso mientras hablo, se me hace un nudo en la garganta, como si cada palabra fuera una piedra que me obligaran a tragar. Está más cerca de lo que debería y su proximidad despierta emociones que no quiero reconocer.
—Quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mí — continué, las palabras saliendo más rápido de lo que pretendía. Mientras hablaba, intenté evitar su mirada, pero fracasé estrepitosamente. Sus ojos estaban fijos en mí, intensos, y la conexión entre nosotros era casi tangible. Intenté concentrarme en algo —el cielo, los árboles, el zumbido lejano de los coches—, pero la verdad es que todo a mi alrededor parecía perder sentido con él allí.
«Por rescatarme de esa anciana desquiciada y… por lo que mi madre me contó sobre cómo me cuidaste mientras estaba en el hospital…». Mis palabras comienzan a confundirse, enredadas con el nerviosismo que crece dentro de mí. El recuerdo de aquel incidente aflora como un fantasma que preferiría enterrar, y saber que Caelum estuvo allí en un momento tan vulnerable me inquieta aún más. «No puedo agradecerle lo suficiente su inmensa generosidad, Majestad».
Finalmente, mis ojos se encuentran con los suyos de nuevo. El silencio que sigue es sofocante. Siento las piernas pesadas, como si estuvieran lastradas por la intensidad de su mirada. Él no aparta la vista; sus ojos esmeralda parecen atravesar cada capa de mi resistencia. Tartamudeo, buscando algo más que decir, pero la sensación de estar bajo la mirada penetrante de Caelum me roba las palabras de los labios.
Todo en él es una mezcla de poder y serenidad. Sus rasgos son esculpidos, impecables, y la forma en que me mira enciende un calor incómodo en mi interior. Intento mantener la compostura, pero en el fondo, me siento completamente desarmada en su presencia.
—Era lo menos que podía hacer por ti, Aria —responde Caelum, con su voz profunda y firme resonando en todo mi cuerpo—. Además, sigo investigando los ataques rebeldes, y el asesinato de tu antiguo jefe en aquel momento podría estar relacionado con los Renegados de Wolfspawn —explica.
Mis cejas se levantan, una mezcla de sorpresa e incomodidad me invade, y siento un ligero temblor en las manos al oír esto. ¿Sigo siendo investigada? Por un momento, el silencio se extiende entre nosotros, cargado de una tensión que no esperaba sentir. Caelum parece darse cuenta de mi confusión, de mi inquietud, y da un paso adelante para aclarar las cosas, con sus ojos esmeralda fijos en los míos, como si estuviera decidido a disipar mis dudas de inmediato.
—Ya no eres la principal sospechosa del asesinato —dice, con un tono tranquilizador que, de alguna manera, solo consigue ponerme más tensa—. Quédate tranquila. Tras tu secuestro y la muerte de su esposa, nuestra investigación apuntó a otras personas implicadas.
Una mezcla de alivio e incertidumbre me recorre el cuerpo mientras cruzo los brazos con fuerza, como si intentara contener mi corazón, que insiste en latir sin control. El aire se siente más pesado, cargado de una emoción que no logro definir, una combinación de nerviosismo y algo más profundo, más primitivo. La presencia de Caelum, tan cerca de mí, hace que todo a mi alrededor se sienta más denso, como si el tiempo se hubiera ralentizado, permitiendo que cada detalle se agudice intensamente.
—Perdone mi intrusión, Majestad —comienzo, tratando de estabilizar mi voz, aunque esta emerge con una timidez que no puedo reprimir. Mis manos aún tiemblan ligeramente, pero hago todo lo posible por ocultar lo mucho que me inquieta su proximidad—. Pero ¿por qué los Renegados Hijos del Lobo te atacan? Soy humano. No puedo comprender del todo este mundo licántropo.
Caelum esboza una leve sonrisa, pero hay tristeza en ella, mezclada con amargura en sus ojos. Se mete las manos en los bolsillos de sus pantalones oscuros, un gesto casual que revela más de su físico esculpido, los músculos de sus brazos y su pecho destacando bajo la camisa a medida que lleva puesta. Intento apartar la mirada, pero es como si algo me empujara hacia él, una atracción que no puedo negar, pero que lucho por controlar.
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