El Dolor de un Amor Perdido: Mentiras y despedidas - Capítulo 103
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Capítulo 103:
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Al cruzar el umbral, me encuentro con un vacío desconcertante. La habitación está impecablemente organizada, como siempre, pero parece desprovista de vida. El aroma familiar de Seraphina aún perdura en el aire, ese perfume suave, floral, casi etéreo, que llena el espacio como una presencia invisible pero palpable. Pero su ausencia física es casi inquietante. Los muebles silenciosos parecen observar mi inquietud mientras me muevo con pasos lentos, tratando de percibir algo que pueda explicar su ausencia.
Al llegar al cuarto de baño, admiro con ternura la presencia de Seraphina. Mi compañera está sumergida en la bañera, el ambiente del cuarto es suave, con velas aromáticas estratégicamente colocadas que iluminan el espacio.
Y entonces, con más atención, puedo oírlo. El ritmo constante del corazón de Seraphina resuena débilmente, procedente de otra habitación. Para mí, el sonido es inconfundible. Está en el cuarto de baño.
Me acerco y la encuentro sumergida en la bañera. Su imagen, inmersa en el agua, me impacta como un cuadro viviente de fría y distante belleza. El vapor suave se eleva desde la superficie, mezclándose con la tenue luz de las velas aromáticas estratégicamente colocadas alrededor del cuarto de baño. El aire del interior es cálido, impregnado del aroma de lavanda e incienso, creando una atmósfera de serenidad, pero también de aislamiento. Las sombras de las llamas bailan en las paredes, proyectando formas etéreas que parecen enfatizar la distancia emocional entre nosotros.
Seraphina se da cuenta de mi presencia inmediatamente. Sus ojos dorados, como el líquido hirviente de una tormenta en formación, se vuelven hacia mí con una mirada que me hiela los huesos. Me quedo en la puerta, sintiendo cómo el peso del silencio vuelve a caer sobre nosotros. Su mirada está cargada de frialdad, una barrera casi impenetrable. En contraste, mi mente evoca involuntariamente la imagen de Aria. Las diferencias entre las dos son marcadas e ineludibles. La piel de Seraphina es pálida, casi translúcida, como si el sol fuera su enemigo. Aria, por el contrario, tiene la piel besada por el sol, de un marrón vibrante y brillante, como la tierra bajo su luz. Los ojos de Seraphina son como oro líquido, intensos, casi intimidantes. Aria, con sus profundos ojos marrones, emana una fuerza que brilla en las chispas de su ira.
El silencio se rompe abruptamente cuando Seraphina finalmente habla, con una voz tan aguda como el hielo al romperse en la superficie de un lago helado.
«¿Has venido a recoger tus cosas, a hacer sitio para tu nueva ramera, mi rey?». La pregunta sale de sus labios con veneno contenido, mezclado con celos, algo que nunca antes había visto en su expresión.
Por un momento, me quedo atónito. Es la primera vez, en todos los años que llevamos juntos, que detecto un atisbo de celos en Seraphina. Siempre había habido una confianza mutua, un entendimiento de que estábamos por encima de asuntos tan insignificantes. Nunca había habido lugar para los celos entre nosotros. O eso creía yo. Pero ahora, sus palabras sacan a la luz una nueva faceta de nuestra relación, algo que siempre había estado oculto, pero que la presencia de Aria ha sacado a la luz. Sonrío con picardía, tratando de aliviar la tensión de la conversación.
«No», respondo en voz baja, manteniendo la mirada fija en ella. «He venido a hablar contigo, mi reina…». Mi voz es deliberadamente tranquila, eligiendo cuidadosamente las palabras que puedan calmar su espíritu. Al mismo tiempo, soy plenamente consciente de que se trata de una conversación delicada, en la que cada frase podría actuar como una navaja afilada.
Me acerco lentamente a la bañera, cada movimiento envuelto en un aura de vacilación. El suave vapor del agua caliente se eleva en espirales alrededor del cuerpo de Seraphina, rodeado de capas de espuma que se acumulan a su alrededor como un traje de burbujas protectoras. Incluso ahora, en medio de toda esta tensión, no puedo negar que su aspecto sigue afectándome, que despierta mi deseo.
La belleza de Seraphina es innegable; su presencia física siempre ha despertado algo primitivo en mí. Hay algo en su serenidad que me intriga, una fuerza fría y sensual que me ha cautivado, incluso en los momentos más difíciles.
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