El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1062
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Capítulo 1062:
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«¡Muy bien!», asintió Mason con entusiasmo, y sus pequeñas manos volvieron al trabajo mientras colocaba con cuidado otra galleta con forma de oso en su sitio.
Sabrina se quedó de pie junto a Mason, observándolo amasar la masa con sus pequeñas manos decididas. Una pesadez se apoderó de su corazón, agobiado por emociones contradictorias. Las palabras de Tyrone resonaban en su mente, haciéndole difícil respirar.
¿Mason no era su hijo? ¿Lo sabía Blayze?
Ese desconocido le había revelado la existencia de Mason, pero ¿cómo lo había encontrado primero? Y si Mason no era suyo… ¿dónde estaba su verdadero hijo?
Sabrina se obligó a mantener la compostura, no quería que Mason percibiera su angustia.
—Mamá, ¿te gusta la forma de este oso?
Mason levantó un cortador de galletas y señaló la masa moldeada, con los ojos brillantes de orgullo.
Sabrina se tragó su confusión y esbozó una sonrisa. Extendió la mano y le revolvió el pelo con ternura.
—Es perfecto, Mason. Tienes mucho talento.
Satisfecho, Mason sonrió y volvió a sus galletas.
Sabrina, sin embargo, no podía concentrarse.
Tyrone había manipulado su teléfono antes, pero para entonces, aquel desconocido le había robado el teléfono a Darren para contarle la verdad. Todo lo que dijo el hombre parecía cierto, pero su repentina intervención suscitaba más preguntas que respuestas.
¿Quién era?
¿Cómo sabía todo eso?
¿Por qué se lo había contado?
Sabrina respiró hondo y dejó a un lado sus dudas, al menos por el momento.
Con el tiempo, Sabrina se convenció de que aquel hombre decía la verdad sobre la experiencia de Mason.
A pesar del caos que lo rodeaba, Mason era inocente. Era un niño. No debería verse envuelto en la tormenta de engaños de los adultos.
—Mamá, ¿estás bien? —Mason parecía intuir algo.
Sabrina volvió a sonreír y negó con la cabeza.
—No es nada, cariño. Solo estaba pensando en lo feliz que se pondrá papá cuando vea las galletas que has hecho.
Dudó un momento y luego añadió: —Mason, sigue con eso. Tengo que subir un momento.
—De acuerdo —asintió Mason, completamente absorto en su tarea.
Cuando Sabrina cerró la puerta de su dormitorio, su corazón latía con fuerza.
Dudó un momento y luego abrió su correo electrónico.
Había un vídeo adjunto de Tyrone.
Respiró hondo y pulsó «Reproducir».
La grabación, con poca luz, mostraba una sala de interrogatorios.
Un joven estaba sentado en una silla, desaliñado, con la ropa rota y manchada de sangre.
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