El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1056
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Capítulo 1056:
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Blayze asintió.
—Si no es molestia, elige un par de conjuntos para mí.
No parecía importarle lo que ella eligiera.
—Claro —dijo Emery, que ya estaba buscando ropa de hombre.
—¿Qué talla?
—1,85 metros, 75 kilos.
—Entendido. Emery seleccionó un jersey, ropa interior térmica y unos calzoncillos de su talla.
Mientras ella enumeraba sus elecciones, Blayze se limitaba a asentir con gratitud.
Se instaló un silencio cómodo entre ellos, sin que ninguno molestara al otro.
Esa tarde, Blayze recibió una llamada, aparentemente de uno de sus subordinados, en la que hablaban de planes que Emery no entendía.
No le prestó atención; no era asunto suyo.
Después de ducharse, Emery se metió entre las sábanas. Al oír un crujido, abrió los ojos.
Blayze estaba trasladando su manta al sofá.
Emery no dijo nada.
La comprensión la invadió.
Un ligero rubor tiñó sus mejillas mientras se acurrucaba bajo las sábanas. Después de lo tranquilo que había sido el día, pensó que lo dejaría así.
Pero entonces se apagó la lámpara de la mesilla y Blayze se deslizó de nuevo bajo la manta, con su cálida mano descansando sobre la cintura de ella. Su tacto no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.
Emery le tomó la mano y susurró:
—¿Podemos… esperar hasta mañana?
El peso de la noche anterior aún la oprimía; se sentía abrumada.
—Seré delicado —murmuró Blayze, con voz suave pero firme.
Emery dudó y luego se dejó llevar lentamente.
Un placer como ese era poco frecuente. Y con Blayze, no podía estar segura de que al día siguiente seguiría ahí.
Esta vez, Blayze cumplió su palabra; sus caricias eran lentas y provocadoras. Quizás porque había quedado satisfecho la noche anterior, esta noche se tomó su tiempo.
Su ternura era insoportable. Emery se retorcía debajo de él, inquieta, con la mano apretada contra su muslo, animándolo.
Cuando las oleadas de placer remitieron, una sensación de relajación y satisfacción invadió a Emery. Pero Blayze malinterpretó su silencio y le dio más.
Dos horas más tarde, Emery se quedó dormida, completamente agotada y totalmente satisfecha.
Noche tras noche, sus cuerpos se entrelazaban en una pasión salvaje antes de que el sueño los venciera.
Pero en la mañana del quinto día, Emery, aún medio dormida, escuchó fragmentos de la conversación telefónica de Blayze.
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