El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1054
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Capítulo 1054:
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Emery arqueó la espalda, presionando con los dedos los firmes músculos de sus hombros.
Su respiración era superficial, y de sus labios escapaban suaves sonidos.
Blayze permaneció inmóvil, con la mirada intensa y las sombras de sus ojos profundizándose con algo indescifrable. Un fuego lento creció entre ellos, cada caricia más deliberada, más apasionada.
Él la penetró con impaciencia.
«Ah… Ah…».
El cuerpo de Emery se balanceaba entre la tensión y la rendición, atrapado en el ritmo embriagador de sus caricias. Extendió la mano para tocar su musculoso pecho, algo que había anhelado durante mucho tiempo.
Blayze inhaló profundamente, cerrando los dedos alrededor de su muñeca y guiándola por encima de su cabeza con una orden silenciosa.
Una ola de calor la abrumó, abrumadora pero emocionante. Emery se tensó instintivamente, atrapada entre la vacilación y el deseo.
Sin embargo, su determinación se hizo añicos cuando oleadas de sensaciones la inundaron, sumergiéndola más profundamente en el momento. Los pensamientos se desvanecieron, dejando solo una sensación: cruda, absorbente, imparable. Cada nervio de su cuerpo se encendió, empujándola más allá del control.
—¿Ya terminaste? —Su voz era un susurro ronco en su oído.
Un sonido entrecortado se atascó en la garganta de Emery; las palabras le fallaron.
Sin dudarlo, Blayze cambió de posición, sin cesar en sus caricias. Sus respiraciones se mezclaron, sus cuerpos se movían en perfecta armonía.
Finalmente, él alcanzó el clímax.
Agotada y sin aliento, Emery se derritió entre las sábanas, con las extremidades pesadas por el cansancio.
Pero Blayze no había terminado. Con una fuerza que parecía no tener, los movió una vez más.
La noche se alargó, llena de susurros y respiraciones entrecortadas, hasta que el agotamiento finalmente los venció a ambos.
El ejercicio resultó eficaz para dormir. Emery se quedó dormida y no se despertó hasta el amanecer.
La suave luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas.
Blayze abrió los ojos; un dolor sordo se extendió por su brazo derecho. Se movió ligeramente y notó el peso que lo presionaba. Giró la cabeza y la vio: su cabello sedoso se extendía sobre la almohada, su rostro sereno en el sueño.
Sus miembros seguían entrelazados.
Los momentos febriles de la noche anterior volvieron.
Los ojos de Blayze se oscurecieron y frunció el ceño. Su mente se remontó a aquel día en el bar… la forma en que ella había pronunciado la palabra «cariño» para no ser descubierta. «Ah… Qué frustrante… Ah… Cariño, date prisa».
Blayze no tenía ni idea de lo que debían de pensar los guardias, pero en ese momento, su voz lo desarmó por completo.
¿Cómo podía alguien difuminar tan fácilmente la línea entre la actuación y la realidad?
Una vez que la vio claramente, se apartó, dejando a un lado ese momento. Sin embargo, el destino, o algo más, los había vuelto a unir en ese hotel destartalado, donde ella arriesgó su vida para salvarlo. Desde entonces, algo en ella lo inquietaba, una atracción a la que no podía resistirse.
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