El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1030
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Capítulo 1030:
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Rita suspiró suavemente, dejando escapar un suspiro de desesperación.
«Es culpa mía, ¿verdad? Pensé que llevar a Sierra a disculparse con la señorita Acosta aliviaría las cosas, pero debí elegir mal mis palabras. Ella lo malinterpretó y, en un arranque de ira, se marchó de la ciudad. Nadie ha sabido nada de ella desde entonces. Es tan joven, está tan sola ahí fuera. Solo rezo para que no se meta en problemas».
Horace se preocupó de inmediato y frunció el ceño.
—¿Estás bien?
—Yo… estoy bien.
—No tienes que proteger a Emery, ¿sabes? Ella te atacó, ¿no? Por eso se escapó.
Rita hizo una breve pausa antes de responder: —Perdió el control por un momento. Es muy joven. Puedo entender su reacción.
Horace se burló, con incredulidad en su tono.
—Rita, eres demasiado buena. Tienes que pensar: ha perdido la cabeza. Ni siquiera dudó antes de atacarte; ¡actuó inmediatamente contra ti! Ahora que se ha ido, no debería atreverse a volver. No pierdas ni un segundo en ella. Concéntrate en tu recuperación.
—Horace, nunca ha estado en otra ciudad. ¿Y si le pasa algo terrible?
—¿Y todavía te preocupas por ella?
—Normalmente no lo haría —explicó Rita en voz baja—, pero ella significa mucho para ti. No quiero que te enfades…
La expresión de Horace se suavizó y las líneas alrededor de su boca se relajaron.
—Si hablamos de alguien que realmente me importa, esa eres tú. Olvídate del resto. Solo concéntrate en cuidarte, ¿de acuerdo?
—Está bien, lo prometo.
Continuaron conversando sobre asuntos familiares antes de terminar la llamada.
Sierra sonrió.
—¡Tía Rita, has estado magnífica!
Con unas pocas palabras cuidadosamente elegidas, Rita había manipulado a Horace para que despreciara a Emery.
—Observa y aprende —le dijo Rita, mirándola con complicidad.
—Entendido.
—Aún no hemos terminado. Tenemos que encontrar a Emery y asegurarnos de que pierda al bebé.
Los ojos de Rita brillaban con fría determinación.
—Has enviado a muchos tras ella. La encontraremos —le aseguró Sierra.
…
Mientras tanto, en Villa Etheid, Mason preguntó: —Mamá, ¿por qué papá ya no viene a visitarme?
Parpadeó mirando a Sabrina; sus ojos inocentes reflejaban una tristeza silenciosa que podría derretir incluso el corazón más duro.
—Papá está muy ocupado con el trabajo ahora mismo. En cuanto se calmen las cosas, vendrá a verte —le dijo con voz suave y tranquilizadora.
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