El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1020
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Capítulo 1020:
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Con un suave timbre, el ascensor llegó a la séptima planta.
Los guardaespaldas arrastraron a Emery al interior mientras Liza se despedía con indiferencia.
«Adiós, Emery. O mejor aún, no volvamos a vernos nunca más».
Las puertas del ascensor se cerraron, ocultando la expresión horrorizada de Emery.
Uno de los guardaespaldas pulsó el botón y se dirigieron directamente al aparcamiento subterráneo.
Una vez en el coche, uno de los guardias sacó un saco y una cuerda del maletero, ató las manos y los pies de Emery y la metió en el espacioso maletero. La tapa del maletero se cerró de golpe, sumiendo a Emery en una oscuridad asfixiante.
El motor rugió momentos después y el coche salió del aparcamiento.
Los guardaespaldas se dirigieron a la clínica designada.
Al acercarse a un cruce para girar a la derecha, un sedán negro aceleró de repente.
El conductor no pudo reaccionar a tiempo y los vehículos se rozaron con un chirrido metálico.
Los guardaespaldas intercambiaron miradas.
Las dos partes se lanzaron miradas irritadas. Para evitar complicaciones, el conductor decidió ignorar la colisión y siguió adelante.
Pero el conductor del sedán no era de los que dejaban pasar las ofensas. Al ver que intentaban huir, pisó el acelerador y los alcanzó, bajando la ventanilla.
«Oye, ¿estás ciego o qué? ¡Me has golpeado el retrovisor y ni siquiera te has detenido! Ya he llamado a la policía, así que si no paras ahora… ¡te arrepentirás!».
Giró bruscamente delante de ellos, obligándolos a desviarse hacia la acera.
Si la policía se involucraba, las cosas se complicarían. Y si tenían que recurrir a la influencia de la familia Fowler para resolver el asunto, el Sr. Horace Fowler se enteraría inevitablemente del incidente.
Sopesando los riesgos, el guardaespaldas al volante se detuvo a regañadientes.
El sedán negro chirrió al frenar, deteniéndose justo delante de ellos.
El conductor salió, seguido de otros tres hombres que iban en los asientos del copiloto y los traseros.
Eran figuras imponentes con una presencia intimidante, que avanzaban hacia ellos con pasos decididos.
El conductor habló primero, con voz áspera por la ira.
—¿Qué demonios te pasa? ¿No has visto que rozabas mi coche? ¿Creías que podías marcharte porque parezco joven?
—Has aparecido de la nada…
—¡Cállate! ¿Has oído hablar del derecho de paso? ¡Se debe ceder el paso al girar, genio!».
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Nota de Tac-K: Linda tarde queridas personitas, espero les gustarán los nuevos capítulos, nuevos estrenos de novela en unas horas. Dios les ama y Tac-K les quiere mucho. (─‿‿O)
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