El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1009
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Capítulo 1009:
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Tyrone volvió a capturar sus labios y, a continuación, con renuencia, enterró el rostro en su cuello.
Respiró hondo para calmarse y murmuró: «¿Nos vamos a un hotel esta noche?».
«De acuerdo».
Después de cenar, Sabrina y Tyrone se dirigieron al hotel que él había reservado.
Tyrone la siguió al interior de la suite y cerró la puerta con facilidad antes de quitarse los zapatos. Su tono era informal, casi burlón, cuando le preguntó: «¿Quieres darte una ducha?».
Sabrina se giró y lo miró a los ojos. Sus miradas se cruzaron. Ella captó el inconfundible destello de deseo en sus ojos.
No hacía falta más explicación: Sabrina sabía exactamente lo que quería decir.
—De acuerdo —asintió ella, dirigiéndose al cuarto de baño.
Tyrone la siguió de cerca.
El sonido del agua corriendo resonó en el cuarto de baño lleno de vapor.
Con la espalda desnuda presionada contra los azulejos fríos, Sabrina se mordió el labio, con las piernas envueltas alrededor de la cintura de Tyrone y el cuerpo suspendido en el aire. El agua caliente le corría por el pelo, trazando caminos sobre su piel sonrojada como la lluvia acariciando un pétalo en una tormenta.
Instintivamente, se aferró a él por el cuello, con la cabeza echada hacia atrás.
—Tyrone, más despacio… —susurró.
Había pasado mucho tiempo desde su último encuentro y la intensidad de aquella noche la abrumaba.
Tyrone se detuvo y extendió la mano para cerrar el grifo. Con fluida precisión, cogió una toalla, la envolvió en ella y la sacó del cuarto de baño como si no pesara nada.
Sabrina se estremeció ligeramente al moverse, y sus mejillas se sonrojaron mientras se aferraba a su firme bíceps.
—Camina más rápido.
—De acuerdo.
—Ah, quería decir «camina más despacio», no… mmh.
Todos los nervios de su cuerpo se encendieron con la conciencia.
—Entendido —le susurró al oído con una sonrisa, caminando hacia la ventana.
—Espera… —Sabrina le agarró el brazo con fuerza. Él se giró ligeramente y miró hacia abajo.
Debajo de ellos, la ciudad vibraba con el tráfico, y las farolas proyectaban un brillo constante sobre la bulliciosa noche. Por encima de ellos se extendía el lienzo infinito del cielo nocturno.
La vasta extensión la hacía sentir expuesta.
—Relájate —le aseguró Tyrone, acariciándole los labios con el pulgar.
—No hay edificios altos delante de nosotros.
Nadie puede vernos.
La bajó con cuidado antes de darle la vuelta, con las manos firmemente apoyadas en su cintura.
—Ah… qué frío.
A pesar del calor de la habitación, el cristal de la ventana enfriaba la piel de Sabrina. Donde sus manos presionaban contra el cristal, se formó al instante una fina capa de condensación.
La mirada de Tyrone devoraba el elegante arco de su columna vertebral. Sus labios descubrieron su piel, trazando una constelación de besos por su espalda. Sus apasionados gemidos volvieron a llenar la habitación.
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