El camino a reparar tu corazón - Capítulo 1006
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Capítulo 1006:
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Sabrina regresó al atardecer después de pasar un día encantador con Mason, que se había quedado dormido durante el viaje de vuelta a casa.
Al llegar, la niñera le preguntó si quería cenar, pero Sabrina prefirió esperar a que Mason se despertara para poder comer todos juntos.
Antes, cuando Mason había tenido hambre, Sabrina lo había llevado a una panadería, donde también se había dado un capricho.
El dulce recuerdo aún la hacía sentir satisfecha.
Cogió su portátil y se dirigió al estudio para trabajar un poco.
Afuera, la noche ya se había apoderado del cielo.
En medio de un descanso lánguido, el teléfono de Sabrina vibró dos veces contra el escritorio.
Echó un vistazo a la pantalla y vio un mensaje de Tyrone: «Ya casi estoy. Vamos a comer algo».
Sabrina respondió: «¡Me parece bien! Aún no he cenado».
Cerró el portátil con un suave clic y salió del estudio para dar instrucciones a la niñera.
«Voy a salir. No sé cuándo volveré. Despierta a Mason dentro de media hora para que pueda comer».
La niñera asintió y siguió las instrucciones.
Sabrina fue a su habitación, se retocó el maquillaje y se puso un conjunto cuidadosamente elegido. Al salir, pasó por el balcón y echó un vistazo al exterior.
El coche de Tyrone ya estaba aparcado delante de la villa.
Una figura alta se apoyaba contra el vehículo, con un brazo descansando sobre la puerta. Un cigarrillo colgaba de sus dedos, y la brasa era un pequeño faro en la oscuridad.
Sabrina bajó apresuradamente las escaleras, se calzó los zapatos y salió al aire fresco de la noche.
Al darse cuenta de que Tyrone seguía mirando hacia otro lado, fumando pensativamente, se acercó de puntillas y, de repente, le rodeó la cintura con los brazos.
—¡Sorpresa!
El hombre se quedó paralizado.
Su cálida mano descansaba sobre la de ella, cruzada delante de él. Con la otra mano, dejó caer el cigarrillo y lo aplastó deliberadamente con el zapato.
En ese momento, un coche dobló la esquina y sus faros atravesaron la oscuridad.
Sabrina giró ligeramente la cabeza para evitar el resplandor, apoyándose en la espalda del hombre.
—¿Por qué no dices nada?
—Yo… ni siquiera sé qué decir. Parece que estoy soñando.
La voz hizo que todo el cuerpo de Sabrina se estremeciera. Levantó lentamente la vista, invadida por la incredulidad. Desde su ángulo, solo podía ver un lado de su rostro.
Pero ese vistazo fue suficiente. Era Blayze. A pesar de sus similitudes, las diferencias entre Tyrone y Blayze eran inconfundibles.
Sus miradas se cruzaron. Una ola de vergüenza invadió a Sabrina, haciéndola desear que el suelo se abriera y la tragara.
Presa del pánico, soltó rápidamente la mano y dio un paso atrás, pero tropezó.
Blayze la sujetó por reflejo.
«¿Estás bien?».
«Estoy bien… estoy bien». Una vez que recuperó el equilibrio, Sabrina dio dos pasos atrás y esbozó una sonrisa forzada. —Eh… lo siento, Blayze… Pensaba que eras… —
Blayze soltó una risa amarga.
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