El ascenso de la Luna fea - Capítulo 80
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 80:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
MARTA
Entró en la habitación del paciente con Guinevere. Había estado esperando cerca, ya que el hombre la había estado pidiendo y la llamaron en cuanto se despertó.
«Sr. Pete, ¿cómo se encuentra?», le preguntó con una cálida sonrisa.
El hombre llevaba mucho tiempo dormido, pero aún parecía mareado. Desvió la mirada hacia Guinevere. —He preguntado por la mujer que me ha curado.
«Así es. Y está justo delante de usted», dijo Guinevere, frunciendo el ceño.
El hombre miró a Marta fijamente durante un largo rato antes de negar con la cabeza. —Ella no es… ella no es.
Marta sintió un escalofrío en el estómago. Por eso precisamente se había mostrado reacia a verlo. Pero Guinevere insistió, diciendo que la satisfacción e e del paciente era importante. Marta no podía hacer gran cosa para llevarle la contraria a su superiora.
Esbozó una de sus mejores sonrisas y se dirigió a él de nuevo. —Señor, entiendo que ha estado en coma durante mucho tiempo. Probablemente esté confundido y…
—No. La vi. Sé cómo es. Necesito verla.
Marta perdió la compostura. Menos mal que Guinevere estaba detrás de ella y no podía ver la expresión agria de su rostro.
«Sr. Pete, mucha gente entra y sale de esta habitación. Las enfermeras lo revisan todos los días. Probablemente esté confundiendo a una de ellas con esta mujer. Usted es mi paciente y le digo que fui yo quien lo sacó del coma».
Aun así, el hombre negó con la cabeza, sin estar convencido. Sabía exactamente cómo era la doctora.
—Era hermosa —dijo en voz baja, con la mirada perdida en el techo—. Tenía los ojos verdes, el rostro ovalado y el cabello largo. —Suspiró y encogió los hombros—. Era muy hermosa. Tú no eres ella.
novelas4fan.com tiene: ɴσνєℓα𝓼4ƒα𝓷.ç0𝓂 que te atrapará
Marta apretó los puños.
—¿Se referirá a Lyric? —preguntó Guinevere desde atrás, provocando una oleada de miedo en el pecho de Marta.
Podía contar con los dedos de una mano el número de doctora con ojos verdes y, a juzgar por lo hermosa que, según él, era esa mujer, a Guinevere solo se le ocurría Lyric.
—No lo creo —tartamudeó Marta, volviéndose hacia ella—. Solo está muy confundido. Creo que cuando haya descansado lo suficiente, se dará cuenta de que se ha equivocado.
El hombre negó con la cabeza, queriendo protestar, pero Marta le puso una mano en el hombro. —Ahora debería dormir, señor Pete.
Pero Guinevere volvió a hablar, complicándole aún más las cosas. «No se preocupe. Mañana le traeré a la doctora que tengo en mente. Usted me dirá si era ella o no».
LYRIC
«Si quieres seguir teniendo ese sueño, toma esto. Tienes una opción».
Leí la nota una y otra vez, tratando de asegurarme de que no me equivocaba. Alguien había dejado esto en mi habitación. Alguien había estado en mi habitación.
Y lo más importante, ¿cómo sabía alguien lo de mi sueño?
Caminé por la habitación durante unos minutos, hincándome los dedos en el cabello, tratando de darle sentido a la nota.
Mi sueño.
El que tenía con Jaris.
El que quería más.
Por supuesto, había estado deseando más desde que sucedió. Pero esto… esta nota no parecía correcta. ¿La envió Jaris?
No, él no. A Jaris no le gustaba. No querría tener nada que ver conmigo.
Pero ¿qué era esta pastilla?
La saqué del pequeño paquete y la examiné en la palma de mi mano. Nunca había visto nada parecido. ¿Y si era peligrosa?
Pasaron las horas.
No podía comer.
Incluso Jace se dio cuenta de que algo iba mal cuando vino a ver cómo estaba. Me preguntó, pero no pude decirle la verdad. No podía decirle que había estado teniendo sueños eróticos con Jaris y que ahora alguien me estaba ofreciendo ayuda para seguir teniéndolos.
Tenía pensado preguntarle hoy a la niñera de los gemelos sobre su nacimiento, pero la pastilla se había apoderado por completo de mis pensamientos.
Incluso a medianoche, no podía dormir.
Me quedé de pie frente al tocador, con la pastilla en la mano. ¿Qué tipo de sueño tendría si me la tomara? ¿En qué se diferenciaría del último?
A pesar de lo peligroso que era tomar algo que me había dado una persona desconocida, no podía negar la verdad: sentía curiosidad. Y lo deseaba.
Puede que en la realidad estemos en desacuerdo, pero…
Realidad o no, quería sentirlo más en mi sueño. Quería que me besara. Quería que me tocara más que la última vez.
Si moría por curiosidad… bueno. Me encogí de hombros.
Miré la hora. Era más de medianoche.
Mi puerta estaba cerrada con llave. Nadie podía entrar en la habitación. Y aunque lo hicieran, al menos por fin vería su rostro. Solo iba a disfrutar del sueño. Eso era todo.
Respiré hondo, me metí la pastilla en la boca y la tragué con agua.
.
.
.